martes, 25 de diciembre de 2018

COMPRENDIENDO LA PALABRA 261218


San Esteban, el primero en seguir los pasos de Cristo
“Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas” (1P 2,21). ¿Cuál es el ejemplo del Señor que hemos de seguir? ¿El de resucitar a los muertos? ¿El de caminar sobre las aguas? De ninguna manera, el ejemplo a seguir es el de ser suaves y humildes de corazón (Mt 11,29) y el de amar no solamente a los amigos sino incluso a los enemigos (Mt 5,44).
“Para que sigáis sus huellas”, escribe san Pedro. El bienaventurado evangelista Juan dice también: “Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” (1Jn 2,6) ¿Cómo lo ha hecho Cristo? En la cruz oró por sus enemigos diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). En efecto, han perdido el sentido y están poseídos de un mal espíritu, y es entonces que nos persiguen, y ellos mismos sufren, de parte del diablo, una persecución aún mayor. Por eso nosotros hemos de orar por su liberación y no por su condenación.
Es lo que ha hecho el bienaventurado Esteban, él que fue el primero en seguir tan gloriosamente las huellas de Cristo. Porque, cuando fue apedreado, oró, en pié por él mismo; pero cuando oró por sus enemigos se puso de rodillas y gritó con todas sus fuerzas: “Señor Jesús, no les tengas en cuenta este pecado” (Hch 7,60). Así pues, si pensamos que no podemos imitar a nuestro Señor, al menos imitemos al que fue su servidor como nosotros.


San Cesáreo de Arlés (470-543)
monje y obispo
Sermones al pueblo, nº 37

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