jueves, 27 de diciembre de 2018

Meditación: Juan 20, 2-8

El otro discípulo, a quien Jesús amaba.
Juan 20, 2

Cuando leemos que San Juan se refiere a sí mismo diciendo que él era “el discípulo a quien Jesús amaba” a veces nos parece que es un poco presuntuoso, porque es como decir que él tenía una amistad especial con Jesús, o que Jesús lo quería a él de una manera diferente a los demás.

Y lo curioso es que ¡es cierto! Jesús amaba a Juan de una manera especial; pero ¿sabes qué otra cosa también es cierta? Que Juan no es el único “discípulo a quien Jesús amaba” de un modo especial. ¡A ti también te ama de la misma forma!

Es posible que en ocasiones Juan se haya creído parte de una “minoría selecta” (Marcos 9, 38-41), que haya sido ambicioso (10, 34-45), y hasta exaltado o enardecido (Lucas 9, 51 a 56); pero también era humilde (20, 3-8), lleno de fe (20, 8) y compasivo (13, 23-25). Jesús sabía todo esto y trataba a Juan con toda la paciencia, el amor y la bondad que éste necesitaba para que sus rasgos negativos fueran disminuyendo y sus rasgos positivos aumentando y fortaleciéndose.

El Señor te ama a ti de una manera similar; él conoce cabalmente todas tus virtudes, tus fallas y tus dificultades, pero te ama profundamente, y te trata con el mismo grado de paciencia, amor y bondad con que trataba a Juan. Tal vez tú lo percibas de un modo diferente porque tú no eres Juan, pero él te ama a ti con el mismo amor incondicional e inquebrantable.

Dios no tiene “favoritos”, ni siquiera aquellos que son más fieles que otros. Por supuesto, es natural que, cuando somos fieles y devotos, profundizamos nuestra unión con Cristo y experimentamos más plenamente su amor; aprendemos a apoyarnos en Jesús, como lo hizo Juan, y hasta escuchar los latidos de su corazón. Pero incluso si caemos, él está ahí, preparado para levantarnos sin demora, perdonarnos con ternura y asegurarnos que nos sigue amando de la misma manera como antes.

Dedica unos momentos hoy a reflexionar sobre este amor íntimo con que Jesús te ama, aprende a apoyarte en él y recuerda cuando él te ha demostrado su amor en los diversos detalles de tu vida. Y no te cohíbas, puedes decir que tú también eres “el discípulo a quien Jesús ama.”
“Señor mío Jesucristo, te doy gracias por tu gran amor. Enséñame a aceptar tu amor, para que cambie mi corazón.”
1 Juan 1, 1-4
Salmo 97(96), 1-2. 5-6. 11-12

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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