miércoles, 26 de diciembre de 2018

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,17-22.


Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Jesús dijo a sus apóstoles: 
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

RESONAR DE LA PALABRA

Perseverar en la dificultad

La liturgia nos recuerda con crudeza que el mundo en el que ha nacido el hijo de María, el Hijo de Dios, es un mundo hostil, en el que dominan fuerzas mortíferas, que consideran que hacen un bien eliminando a los enemigos, matando a los oponentes. San Esteban, el protomártir, ve cómo se le arrebata la vida por dar testimonio del Dios hecho carne en el hombre de Nazaret, en el niño nacido en Belén, que contemplábamos ayer. Los ángeles cantan, los pastores adoran, pero también se organizan fuerzas siniestras que quieren acallar la Palabra que nos habla, nos llama, nos cura y nos salva en un lenguaje que podemos entender. El martirio de Esteban es un reflejo de la Pasión de Cristo: “Si el mundo os odia, sabed que antes me ha odiado a mí” (Jn 15, 16). No es fácil comprender ese odio al que habla palabras de amor y perdón, y pasa haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo (cf. Hch 10, 38).

Pero el recuerdo de este reflejo de la Pasión no pretende empañar el misterio de la Navidad ni oscurecer su luz. Al contrario, nos recuerda el sentido profundo de este nacimiento: “Si alguno pregunta por el misterio se sentirá llevado a afirmar más bien, que no fue su muerte una consecuencia de su nacimiento, sino que él nació para poder morir” (S. Gregorio Nacianceno). Jesús ha nacido para comunicarnos la vida de Dios, que es el amor, es decir, para dar su vida por amor. Y es este amor la luz que ilumina la noche de la humanidad, la oscuridad del odio. Al recordar el martirio de San Esteban, la liturgia nos avisa de que acoger al niño nacido en Belén significa en definitiva asumir su mismo modo de vida: tratar de hacer de nuestra vida una entrega por amor. Y esto puede, extrañamente, atraernos el odio de este mundo. Pero no hay que temer: esto será ocasión para dar testimonio ante el mundo de ese mismo amor, de perseverar, a pesar de los pesares, en esa voluntad de amar hasta el final. 

Saludos cordiales, 
José M. Vegas CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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