domingo, 24 de febrero de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 240219


"Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso"

Si tuviéramos caridad acompañada de compasión y de pena, no tendríamos en cuenta los defectos del prójimo, según dice: “La caridad cubre una multitud de pecados” (1P 4,8) y también: “La caridad no tiene en cuenta el mal, lo excusa todo” (1Co 13,5.7). Si pues, tuviéramos caridad, ella misma ocultaría toda falta, y seríamos como los santos cuando veían los defectos de los hombres. Los santos ¿son ciegos porque no ven los pecados? Mas ¿quién detesta tanto el pecado como los santos? Y sin embargo, no odian al pecador, no lo juzgan, no huyen de él. Al contrario, lo compadecen, lo exhortan, lo consuelan, lo cuidan como se hace con un miembro enfermo; lo hacen todo para salvarle... Cuando una madre tiene un hijo minusválido, no le gira la cara con horror, sino que goza arreglándolo y hace todo lo que puede para que aparezca hermoso. Es así como los santos protegen siempre al pecador, se ocupan de él para corregirlo en el momento oportuno, para evitar que perjudique a otro y también para que ellos mismos progresen más y más en la caridad de Cristo...
Adquiramos, pues, también nosotros la caridad; adquiramos la misericordia con respecto al prójimo, para guardarnos de la terrible maledicencia, del juicio y del menosprecio. Ayudémonos unos a otros, como a miembros propios nuestros que somos... Porque “somos miembros unos de otros”, dice el apóstol Pablo (Rm 12,5); “si un miembro sufre todos sufren con él” (1Co 12,27)... En una palabra, cuidemos, cada uno según pueda, estar unidos entre nosotros. Porque cuanto más unido estás al prójimo, más unido estás a Dios.


Doroteo de Gaza (c. 500 -?)
monje en Palestina
Instrucciones , IV, 76

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