lunes, 25 de febrero de 2019

HACER DISCÍPULOS

Vayan y hagan discípulos
Por Denise Bergeron

«Jesús se acercó a ellos y les habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”» (Mt 28,18-20).

¡Qué misión más bella fue la que Jesús encargó a los once discípulos en la montaña de Galilea! Quizá en su corazón usted se diga a sí mismo: «esto no es para mí». ¡Piénselo de nuevo! Sí, esta misión es para usted, para mí, para todos nosotros. Compartiré con usted algunos pensamientos sobre lo que significa ser un discípulo. Es sencillo. El discípulo es alguien que ha experimentado un encuentro personal con Jesús. Ha experimentado un encuentro profundo que cambia y da sentido a su vida.

Esta experiencia maravillosa de Pentecostés es una realidad perdurable. Este encuentro con Jesús vivo en el núcleo del ser lleva a examinar el ser interior y a acoger su renovación.

El Espíritu Santo le da:
▪ El descubrimiento de la belleza que usted tiene como hijo de Dios, el valor inestimable que usted tiene a sus ojos y la nueva libertad que posee, que viene de conocer su amor.
▪ Su docilidad. El Espíritu de Pentecostés entonces se manifiesta en su vida como un viento huracanado… como una presencia nueva que llena y fortalece, como un fuego que se propaga y da testimonio de Cristo resucitado.
▪ Sus dones y carismas. Son «brisas», mociones suaves y delicadas, persistentes y atractivas, que el Espíritu de amor, por su presencia, sopla sobre usted para darle el empuje, la valentía y la fuerza de servir a Dios fielmente.

El discípulo se empapa de la oración y de la Palabra de Jesús

Dedíquele tiempo al Señor. En esta etapa, dedique su tiempo no solo al servicio activo sino también a la oración. Jesús dijo: «cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6). Al acoger la Palabra de Vida, uno se encuentra con Jesús. Se descubren la compasión y la ternura del Padre, la Verdad de Dios y la verdad de nuestro ser. Todo el poder del apostolado se revela en este encuentro. Incluso cuando uno siente que no ha visto nada, que no ha entendido nada, un tiempo con Dios en intimidad, en el simple deseo de encontrarse con Él y entregarle el tiempo libremente, le hará descubrir cómo la Palabra se hace viva en su vida cotidiana.

El discípulo se compromete en fe y confía plenamente en Cristo
Siga el ejemplo de Pedro cuando Jesús dijo: «Rema mar adentro, y echen sus redes para pescar» (Lc 5,4). Es asombroso lo que Jesús le pide a Pedro. Sorprendentemente, Pedro, que cree en Jesús y decide confiar en Él, está dispuesto a intentarlo otra vez. «Maestro, hemos estado bregando toda noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (5). Entonces sucedió un milagro: «Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse» (6).

El Espíritu Santo modela en usted el corazón de un discípulo
El Espíritu Santo le hace un misionero. Le da preocupación por los demás y la necesidad de evangelizar el mundo de un modo u otro. Jesús difundió la ternura de Dios en el mundo. Para crecer y desarrollarnos, necesitamos esa ternura. Jesús experimentó el amor de Dios mismo. Experimentó un amor que lo rodea. La misión del discípulo de Jesús es traer la presencia y la ternura de Dios al mundo. El discípulo vive en obediencia al ejemplo de Jesús Jesús dice: «he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6,38), y: «mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). En la devoción de Jesús vemos que su corazón tierno ha recorrido la Ley pero va mucho más allá de ella.

La obediencia a la que Jesús le invita no es una obediencia servil, infantil, que atrofia su crecimiento, sino más bien aquella que deja abierta la libre elección de complacer a su Amo. Es por eso que Jesús pone orden en su vida y le ayuda a tomar decisiones que nutran el amor y la confianza total en Él. Esta obediencia nunca coarta la libertad. Jesús fue libre, incluso cuando se sometió a la «orden» que había recibido del Padre.

Para convertirse en un discípulo de Jesús, usted necesita:
▪ Tomar el camino de la conversión —lejos del mal y la muerte— hacia Dios, la vida y la libertad.
▪ Profesar su fe a través del testimonio de vida, el carácter, la integridad y la caridad, sin importar cuál sea su circunstancia. Ser discípulo de Jesús significa estar en comunión:
▪ Comunión de oración. En la primera comunidad de Jerusalén, los discípulos «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch 2,42).
▪ Comunión de fe: fe en la Iglesia, fe en la eficacia de la oración de intercesión en el Nombre de Jesús.
▪ Comunión de los sacramentos. El fruto de los sacramentos nos pertenece a todos. Un discípulo de Jesús permite que los dones espirituales y las riquezas recibidas en su bautismo den fruto al servicio de sus hermanos.
▪ Comunión de carismas. En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo «distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, […] para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia» (Lumen Gentium, 12). Sin embargo, «a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común» (1 Co 12,7).
▪ Comunión de caridad (cf. Rm 14,7). Jesús da una nueva perspectiva sobre la enfermedad y los enfermos. Insta a brindar compasión y sanación: «Y poniéndose en camino, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban» (Mc 6,12-13).

Que el Espíritu Santo le haga un discípulo con un corazón encendido por el Señor. Recuerde que la esencia de la misión de la Iglesia es mostrar la ternura de Dios.

fuente: Boletín ICCRs - Año 2012 numero 4

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