domingo, 17 de marzo de 2019

Meditación: Lucas 9, 28-36

“Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo.” (Lucas 9, 35)

Cuando estamos trabajando, atendiendo a la familia o estudiando, siempre tendemos a pensar en los sucesos del día, los problemas de hoy, las necesidades actuales. Pensamos nada más que en el aquí y ahora. ¿Cuántas veces pensamos en la promesa de una vida gloriosa con Jesús en el cielo? Si lo pensáramos a menudo, el concepto que tenemos de la vida terrena cambiaría bastante.

Cuando los apóstoles Pedro, Juan y Santiago presenciaron la transfiguración del Señor, lo vieron en su gloria, tal como sería después de su muerte y su resurrección, es decir, como es ahora, revestido de la gloria que el Padre le concedió por su victoria sobre el pecado y la muerte.

Después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo para reinar en gloria con Dios Padre, pero no abandonó a sus fieles, y constantemente intercede por nosotros ante el trono del Padre. Por el Bautismo y el don de la fe, estamos unidos a Cristo en su muerte y su resurrección, y por eso podemos llegar a ser como él.

San Pablo dijo que “Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo” donde se encuentra Jesús en su gloria (Filipenses 3, 20). Si bien es cierto que vivimos día a día aquí en la tierra, es importante recordar que Jesús ha abierto el camino para que vayamos a vivir con él en su gloria para siempre. Cristo nos ha dado todo lo que necesitamos y “él transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo” (Filipenses 3, 21).

De modo que, siendo creyentes bautizados, podemos empezar a transformarnos ahora mismo, si vivimos por fe, fijando la mirada en Cristo Jesús y poniendo oído a su palabra. Así tendremos esperanza y gozo. Los problemas del momento y las satisfacciones temporales de la vida terrenal adquirirán una nueva perspectiva; porque con el corazón y la mente anhelaremos entrar y permanecer en la presencia del Señor.
“Señor mío Jesucristo, enséñame a elevar la mirada hacia tu morada celestial y pensar que, si me mantengo firme, un día compartiré contigo la gloria de la resurrección.”
Génesis 15, 5-12. 17-18
Salmo 27(26), 1. 7-9. 13-14
Filipenses 3, 17—4, 1

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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