lunes, 12 de agosto de 2019

Meditación: Mateo 17, 22-27

Saca el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda. (Mateo 17, 26-27)

¿A cuántos les gustaría encontrar, en la boca de un pez, el dinero necesario para pagar sus impuestos? Jesús sorprendió a Pedro con este plan para cumplir su tributación. ¡Qué sencilla sería la vida si Jesús estuviera a nuestro lado todo el día, visiblemente presente y nos explicara cómo enfrentar cada desafío con que nos cruzamos!

La verdad es que el Señor disfruta compartiendo sus pensamientos con cada uno de nosotros y siempre nos está hablando. O, para decirlo de una forma más directa y personal, él siempre te está hablando a ti.

A veces Jesús habla con mucha naturalidad y se refiere a las necesidades prácticas. A Pedro le ofreció una forma simple y concreta (aunque inusual) de resolver un problema, y también puede hacer algo parecido por ti. Intenta entrar en su presencia durante el día y pon atención a lo que te diga en diferentes ocasiones. Tal vez una idea brotará en tu mente al preguntarle acerca de un asunto o necesidad específica. También puede ser que un amigo te haga una sugerencia que te parezca una idea acertada. ¡Jesús podría estar hablándote a través de esa persona!

Otras veces, Jesús se manifiesta de formas más místicas, como lo hizo con el profeta Ezequiel, quien pudo reconocer que Dios le estaba hablando en el viento huracanado, el fuego como de relámpagos, el aleteo de los seres alados y el río caudaloso (Ezequiel 1, 4. 6. 24), aun cuando no estaba exactamente seguro del mensaje que estaba recibiendo. Ocasionalmente, Dios nos habla a través de sueños, visiones y otros medios. (Números 22, 22-35)

Más a menudo, Dios nos habla en formas habituales. Por ejemplo, hacer que una línea de la Escritura cobre sentido en tu corazón, o creer que la homilía de la Misa fue pronunciada precisamente para ti, o que en una conversación encuentres orientación, ánimo o consejo cuando más lo necesitas y menos lo esperas.

El Señor puede utilizar cualquier cosa o persona para hablarte, y siempre lo hace, de muchas formas. Poco a poco puedes aprender a escuchar su voz. Luego, con la práctica, aprenderás a entender lo que te está diciendo y cómo quiere que tú le respondas.
“Padre celestial, tú conoces mis necesidades y deseos. Abre mis oídos hoy para escuchar lo que me estás diciendo.”
Deuteronomio 10, 12-22
Salmo 147, 12-15. 19-20
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario