miércoles, 14 de agosto de 2019

Palabras de libertad

Si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá. (Mateo 18, 19)

No hay absolutamente ninguna fuerza que se compare con el poder espiritual que el Señor ha dado a sus fieles: poder para atar y desatar situaciones y conflictos en la tierra con una fuerza que produce el mismo efecto en el cielo. Y este poder está concentrado en lo que tú y yo digamos y hagamos. Sí, ¡así de poderosas son las palabras y las acciones!

Tú puedes expresar misericordia y perdón a quienes tienes cerca, tal como lo hace Dios contigo. ¿Cómo hacerlo? Una manera es preguntarse: “¿Cuántas veces digo o pienso palabras negativas o de crítica contra alguien?” Tal vez creas que son expresiones inofensivas, pero las palabras realmente tienen el poder de atar a las personas en las mismas cosas que nos resultan desagradables a nosotros. Ahora, te puedes preguntar: “¿Cuántas veces digo o pienso expresiones de perdón, comprensión y bondad para otros?” Estos pensamientos también son tan potentes como los otros y ¡Dios los ve y los escucha todos!

Lo mismo se aplica a ti. ¿Cuántas veces te miras al espejo y piensas: “Soy un tonto, un fracasado”? ¿Cuántas veces te dices a ti mismo que no provees bien para tu familia, que no sabes compartir lo que Cristo ha hecho en tu vida, que no ayudas con las tareas de tus hijos o que no cocinas bien? Los pensamientos de autocondenación son tan perjudiciales para ti como lo son las actitudes de crítica para otras personas. Entonces, ¿por qué aplicarte a ti aquello que no te gusta?

Cambia de actitud y pronuncia palabras de libertad para ti mismo y para tus semejantes. En vez de decir “Soy demasiado criticón”, afirma “Yo puedo ser compasivo como Dios”, y cuando cometas el mismo error por enésima vez, trata de decir “La próxima vez lo haré mejor”, o “Señor, esto me cuesta mucho. ¡Necesito tu ayuda!” Si ves que los adolescentes hacen desorden en la plaza o que los conductores manejan de modo agresivo en la carretera, reza por ellos y afirma que Dios los ama y quiere darles una vida mejor, pronuncia palabras pacificadoras y de bendición sobre ellos. Busca las actitudes liberadoras y misericordiosas que hay en tu corazón y ejercita este asombroso poder para disculpar y perdonar.
“Amado Jesucristo, ayúdame a perdonar y pronunciar bendiciones sobre mí mismo, mi familia, mis amigos y hasta mis enemigos.”
Deuteronomio 34, 1-12
Salmo 66 (65), 1-3. 5. 8. 16-17
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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