jueves, 16 de octubre de 2014

¿Quién ama educa o quien educa ama?

No sabemos con seguridad que va primero: ¿Quién ama educa o quien educa ama?

“Leyendo aprendemos a leer; escribiendo aprendemos a escribir; caminamos aprendemos a andar; amando aprendemos a amar y a vivir. Para vivir intensamente es necesario conocer las profundidades del amor” (Fray Anselmo – “Amor es vida”). La vida se volvería tan simple se descubriéramos el lugar que amor debería ocupar en nuestro día a día.

No sabemos con seguridad que va primero: quién ama educa o quien educa ama. Al comenzar con las primeras líneas de este texto, llego a mis manos un libro de 1970 escrito por el Fray Anselmo, que tiene como título “Amor es vida”. Un libro curioso, que presente varias situaciones que nos motivan a leer hasta comprender qué es el amor, a qué se parece y qué no es amor. El amor es visto como un sentimiento que “da todo a cambio de nada, que comprende sin condenar, el amor es paciencia, bondad, ternura, perdón y generosidad”.

Quién ama educa o quien educa ama 2

El amor es un “estado subjetivo”, considerado como un conjunto de acciones sensoriales como ver o escuchar. Por eso, amar y educar pueden darse simultáneamente. La consecuencia de la decisión de amar educando, amar enseñando al niño sus pertenencias, amar dando ejemplo de respeto a la familia y a las amistades será la de formar hijos educados y amados.

Discriminar aquello que sentimos y hablar de esos sentimientos son comportamientos aprendidos, adquiridos por la comunidad verbal que generalmente nos enseña a describir lo que hacemos, lo que pensamos y sentimos. Y esa práctica deberá ser de todos los que se disponen a educar a sus hijos amándolos. En este caso, la primera comunidad verbal para un hijo es la familia. De acuerdo con Skinner (1967), el comportamiento es una interacción entre el individuo y el ambiente. Por lo tanto, podemos invertir en el amor y el resto vendrá solo. Las personas consideran los sentimientos como fenómenos mentales, abstractos, que quedan preservados en la mente humana.

Cuando algo externo evoca esos sentimientos, salen de su reducto y se expresan públicamente, explica Hélio José Guilhardi en su artículo “Autoestima, autoconfianza y responsabilidad”. Por ejemplo: si un hecho provoca irritación en la persona, la rabia que parecía estar acomodada, aparecerá en gestos de agresividad. No será diferente con la tristeza, pues si una persona pierde a alguien muy querido, la tristeza, que también estaba silenciosa en su nido mental, aparecerá y se mostrará en forma de llanto. Así también es el amor. Si el hijo es educado por sus padres a base de amor, este, que estaba acomodado, aparecerá y se mostrará en forma de un comportamiento adecuado, alegre y amoroso.

Los padres necesitan amar a sus hijos de tal forma que la educación ofrecida evoque sus buenos sentimientos, que están guardados dentro de ellos, a fin de que expresen sus sentimientos públicamente, reflejando justamente el amor recibido. Todas las personas que educan para el amor deberían hacer uso de estímulos positivos, porque estas presentan varias ventajas.

1. Fortalecer el comportamiento adecuado de los hijos:
2. Producir mayor variabilidad comportamental, así el niño será más creativo;
3. Desarrollar en los niños la iniciativa;
4. Estimularlos a producir buenos sentimientos; tales como la satisfacción, el bienestar, alegría, autoestima.
Guilhardi sugiere algunos interrogantes para que los padres puedan reflexionar sobre la forma de educar a sus hijos produciendo contingencias reforzadoras positivas:
1. ¿Tuve tiempo para conversar y hacer algunas actividades con mi hijo sin prisas para concluir la interacción?
2. ¿Le enseñé a mi hijo a hacer alguna cosa?
3. ¿Se decir que actividades le gusta a mi hijo hacer junto conmigo?
4. ¿Se decir que actividades le gustaría hacer a mi hijo sin mi, pero si con sus amigos¿
5. ¿Hice algo para agradar a mi hijo y no para agradarme?
6. ¿Le di una demostración clara de atención, cariño y amor?
7. ¿Valoré algo que haya hecho sin especificar la calidad o el nivel de desempeño?
8. ¿Le proporcioné cariño y atención si exigir antes ningún tipo de comportamiento adecuado?
9. ¿Revise mis acciones y comentarios considerados excesivos por mi esposa o mi hijo?
10. ¿Abracé a mi hijo y le dije que lo amo, que lo extrañaba sin preocuparme por sus comportamientos o si estaba sudado, con ropa sucia, etc?
11. ¿Le di alguna cosa que le gusta como un caramelo, figuritas, una flor simplemente por que pensé en él?
12. ¿Le impuse límites que consideré necesario?
13. ¿Le dije algún “no”?
Si tus respuestas fueron positivas, estás amando tan bien a tu hijo que lo estás educando para el amor.

Judinara Braz
Administradora de Empresa con Habilitación en Marketing. Psicóloga especializada en Análisis de Comportamiento. Autora del libro “Sala de clases, la vida como es”. Directora Pedagógica de la Escuela Juan Pablo I – Feira de Santana (BA).
Fuente Canción Nueva en español

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