miércoles, 15 de abril de 2015

LA DIFICULTAD PARA AMAR

Una de las quejas básicas de las personas que se presentan en el confesionario o en la dirección espiritual es la dificultad de amar. A pesar de desear la santidad no saben como amar concretamente. Esto se da debido al amor desordenado que sienten por sí mismas y que les impide amar.

imagenamor
El amor desordenado de sí mismo tiene un nombre: filaucíay posee un mecanismo psicológico propio. No se trata de psicologia pues se sabe que para amar es necesaria la gracia divina, ella es la que hace al ser humano capaz de amar.Y es justamente en la naturaleza humana decaida que la gracia de Dios debe actuar. Debido al pecado, el hombre posee de sí mismo un concepto negativo que se refleja cuando él ama.El cree que la iniciativa de amar es suya, piensa que es el Número 1. Así toma la iniciativa y pasa a realizar actos positivos porque desea ser amable.

Tales actos permanecen exteriores, no alcanzan aquellos que desean ser amados (aunque haya manifestacion de retribución del amor) pues quien está siendo amado es solo un personaje creado a través de los hechos positivos para ser amado y no la persona real, que desea ser amada.
De esta mecánica nace la llamada ‘carencia’, pues aquel que realiza los hechos positivos con la intención de ser amado de vuelta, espera que eso suceda, espera retribución.
Nuestro Señor Jesucristo luchó contra la filaucía, contra el amor descontrolado al combatir el llamado fariseísmo. El fariseo es aquel hombre que quiere ser amado por su obediencia a la ley. En el fondo, lo que desea es comprar el amor obedeciendo a los preceptos. Esa actitud se aplica también al hombre moderno en su relación con Dios. Al empeñarse con ayunos, rosarios, peregrinaciones, novenas, busca causar el amor de Dios.
Es evidente que todos esos hechos son necesarios en la vida cristiana, es necesario analizar la motivación al realizarlos, que es lo que se pretende aqui. Cuando la persona cree que es la número 1 del relacionamiento con Dios, sin sombra de dudas, está enferma, pues tomó el lugar que es de El. El es el número 1.

La Sagrada escritura es taxativa en afirmar que Dios es Amor. San Juan, en su primera carta, habla sobre el amor de Dios y explica como es el amor sano: El dice:
En esto consiste el amor: no fuimos nosotros que amamos a Dios, sino que fue él quien nos amó y envió a su Hijo como ofrenda de expiación por nuestros pecados. (1 Jn 4, 10)
Por lo tanto, la iniciativa de amar partió de Dios. El amó primero. El amor ordenado consiste en el encuentro del hombre con el amor de Dios que se manifiesta en Jesucristo en la Cruz. Es por eso que Jesús manifiesta un rechazo total por aquellos hombres aparentemente tan virtuosos, que solo deseaban obedecer la ley. Ellos se olvidaron de quien es el Numero 1.

Si el Numero 1 es Dios o sea, si El amó primero, cuando el hombre cree que la iniciativa de amar es suya, en realidad, se está colocando en el lugar de Dios. Bajo esta óptica, lo que tiene es idolatría. Y asi, el ‘amor’ que brota de ella solo puede ser desordenado.
En ese momento algunos podrían decir: ¿Entonces el hombre es el número 2?. Esto no es verdad. Dios ama al hombre y porque es amado por Dios, el hombre se ama. Este es el número 2. La relación de causalidad existente entre el amor de Dios y el motivo por el cual el hombre debe amarse, es también un acto de fe.

Se trata de un acto de fe pues implica creer que Dios no se equivoca, por lo tanto si él creó al ser humano como lo creó, está correcto. Y si así lo hizo, la persona solo puede ser buena, solo puede ser un presente para los otros. Mientras tanto, el hombre desordenado cree que Dios se equivocó al crearlo como lo creó, se rebela contra Dios y quiere corregirlo. Es evidente que frente a eso, toda la afectividad y sexualidad pierde sus reglas.

Por lo tanto, el primer paso es un acto de fe y de humildad, aceptando que Dios no se equivoca, por lo tanto si creó a los hombres como los creó y los ama, los hombres son buenos, y amables. Ser bueno y amable por lo tanto, es algo que está enraizado en el ser del hombre. Mientras que el amor desordenado está fijado en el hacer. Es necesario entonces entender que Dios hizo al hombre por eso en la raíz del ser existe algo bueno, así la persona se debe amar.

A partir de la constatación de que yo amo porque soy bueno, pues Dios así me creó, es que surge el Numero 3: yo amo a mi prójimo por Dios. Se cierra entonces el ciclo: yo me amo, amo a mi prójimo y amo a Dios en mi prójimo. Esa es la dinamica ordenada conforme dice San Juan:
“Si alguien dice: Amo a Dios pero odia a su hermano, a quien ve, no podrá amar a Dios, a quien no ve. Y este es el mandamiento que recibimos de él: quien ama a Dios, que ame también a su hermano” (1 Jn 4, 20)
De este modo es necesario derrumbar el muro existente entre la vida de la Iglesia y la vida fuera de ella. De la misma forma como nos acercamos al sagrario para amar a Jesús Eucarístico debemos acercarnos a nuestro hermano, para amar a Jesús en él.
Para eso es necesario mirar hacia adentro del corazón y observar lo que existe en él que posibilita el vaciamiento de ese amor. Ahora, si Dios amó la humanidad a través de la Cruz, que es la manifestación eterna de Dios por los hombres, lo que nace y brota del corazón solo puede ser gratitud.

Para amar al otro, al pobre, es necesario que haya una configuración a Cristo, una mortificación de sí mismo en favor del otro, que solo se da como consecuencia de la acción de la gracia. San Juan continúa diciendo que fue así que el amor de Dios se manifestó : “Dios envió a su Hijo único para que tengamos vida por el”. Solo por medio de El el hombre es capaz de amar.
Para algunas personas puede parecer muy teórico, pero la explicación es fundamental para dar pasos en la vida espiritual pues muchos desórdenes de naturaleza sexual y también afectiva se dan por un amor que debería ser ordenado, pero que en realidad es desordenado. San Pablo explica por qué ocurre el desorden en la carta a los Romanos:
En realidad, desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios tales como su poder eterno y su divinidad, pueden ser contempladas a través de la inteligencia, en las obras que él realizó. Los hombres por lo tanto no tienen disculpa. Porque a pesar de conocer a Dios no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias. Por el contrario, perdieron raciocinios vacíos y su mente se oscureció. Pretendiendo ser sabios se volvieron tontos, cambiando la gloria del Dios inmortal por estatuas de hombre mortal, de pájaros, animales y reptiles. Fue por eso que Dios los entregó conforme a los deseos del corazón de ellos, a la impureza con que deshonran sus propios cuerpos. Ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del creador que es bendito para siempre. Amén. Por eso Dios entregó los hombres a sus pasiones vergonzosas, sus mujeres cambiaron la relación natural en relación contra la naturaleza. Los hombres hicieron lo mismo: dejaron la relación natural con la mujer y ardieron de pasión unos por los otros, cometiendo actos torpes entre sí, recibiendo de esa forma en sí mismo el pago por su aberración. Los hombres despreciaron el conocimiento de Dios por eso Dios los abandonó al sabor de una mente incapaz de juzgar. De esta forma, ellos hacen lo que no deberían hacer, están llenos de todo tipo de injusticia, perversidad, malicia, llenos de envidia, homicidio, riñas, fraudes. Maldades, son difamadores, calumniadores, enemigos de Dios, que considera digno de muerte a quien practica esas cosas, ellos no solo las cometen, sino que también aprueban a quienes se comportan asi. (Rom 1, 20-31)

La capacidad de amar del hombre es enferma porque cada quien que no se ama entra en la dinámica de crear un personaje sexual amable, capaz de grandes desempeños, lo que lo lleva siempre a la autodestrucción. El relacionamiento sexual se transforma en algo vacío, destruidor psíquico y físico, por consecuencia destruye también la sociedad. Lamentablemente,Dios abandona al hombre a la miseria de su corazón cuando El es retirado de su lugar.

San Tomás de Aquino afirma que la caridad siempre tiene un objeto formal que es Dios: amo a Dios por ser Dios, me amo a mí mismo por Dios y amo al prójimo por Dios. Esta es la dinámica correcta del amor.

De forma práctica, todos debemos meditar constantemente sobre el amor de Cristo manifestado en la Cruz. A partir de eso, la cercanía a los hermanos, con el prójimo por Jesús, por gratitud a su sacrificio en la cruz.

fuente: Canción Nueva en español

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