lunes, 23 de mayo de 2016

Comprendiendo La Palabra - El joven Rico

«A estas palabras.... se marchó pesaroso»


     El caso del joven rico y de los que se asemejan a él me hace soñar en aquel viajero que, deseando visitar una ciudad, llega hasta el pie de su muralla, encuentra allí una posada, baja hasta ella y, desalentado al ver los últimos pasos que le quedan por hacer, pierde todo el beneficio del cansancio de su viaje y se priva de ver las bellezas de la ciudad. Así mismo son los que observan los mandamientos, pero se revelan ante la idea de perder sus bienes. Conozco muchos que ayunan, oran, hacen penitencia y practican muy bien toda clase de obras de piedad, pero no sueltan ni un óbolo para los pobres. ¿De qué les sirven las demás virtudes?

     Esos no entrarán en el Reino de los cielos, porque «más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos». Palabras claras, y su autor no miente, pero son raros los que se dejan afectar por ellas. «¿Cómo vamos a vivir cuando nos hayamos despojado de todo?» exclaman. «¿Qué existencia vamos a llevar cuando se haya vendido todo y no tengamos ya ninguna propiedad?» No me preguntéis qué intención profunda hay bajo los mandamientos de Dios. El que ha establecido nuestras leyes conoce también el arte de conciliar lo imposible con la ley.

San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia 
Homilía sobre la riqueza; PG 31, 278

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