domingo, 22 de mayo de 2016

Meditación: Juan 16, 12-15

Jesucristo, nuestro Señor, nos ha revelado los secretos del Reino de los Cielos. Su enseñanza más importante es el secreto de Dios mismo; por eso nos habló de la vida divina y nos enseñó que en Dios, siendo uno solo, hay tres Personas de igual naturaleza: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Escritura dice que el Padre y el Hijo nos concedieron el don del Espíritu Santo para guiarnos a toda la verdad y conocer los misterios del Evangelio, porque la Santísima Trinidad es un misterio que todos estamos llamados a experimentar. Esta es una verdad que San Pablo dio a conocer cuando les dijo a los corintios: “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la presencia constante del Espíritu Santo estén con todos ustedes” (2 Corintios 13, 14).
¡Qué amor tan asombroso es que el Padre haya sacrificado a su Hijo para salvar a todos los pecadores y restituirles su herencia como hijos de Dios! ¡Qué amor tan asombroso es que el Espíritu Santo venga a vivir en el corazón de los creyentes como abogado y maestro! En efecto, los fieles hemos recibido la redención y la misericordia que nos ha dado Dios Todopoderoso, y ahora podemos vivir como él lo dispuso desde el principio de la creación.
Lo que hoy celebramos no es una verdad abstracta, sino una realidad personal y viva. Dios quiere que experimentemos el amor de la Santísima Trinidad, recibamos la salud que fluye de la victoria de Jesús sobre el mal y seamos transformados por la revelación de la verdad divina por medio del Espíritu Santo. Nuestro Dios Trino y Uno nos ama personalmente y cuida de todos los detalles de nuestra vida.
Por eso, tú hermano, ten la certeza de que puedes experimentar la presencia y el poder del Señor. Abre tu corazón y tu mente para que Dios se te revele cada vez más, quizá en el lugar y en la forma menos pensados.
“Te alabo y te doy gracias, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Concédeme la gracia, Señor, de obedecer tus mandamientos y adoptar tus promesas como fundamento de mi vida.”
Proverbios 8, 22-31
Salmo 8, 4-9
Romanos 5, 1-5

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