jueves, 2 de junio de 2016

Comprendiendo La Palabra 020162016

Amar a Dios, a su prójimo y amarse a sí mismo

      Quien no ama a su hermano no está en caridad, y quien no está en caridad no está en Dios, porque “Dios es amor” (1 Jn 4,8) 

      Y el que no está en Dios no está en la luz, porque “Dios es luz y en Él no hay tinieblas” (1 Jn 1,5). Y el que no vive en la luz, ¿qué maravilla no vea la luz, es decir, no ve a Dios, pues está en tinieblas? Puedes conocer al hermano de vista, a Dios no. Si al que ves en humana apariencia amases con amor espiritual, verías a Dios, quo es caridad, como es dado verlo con la mirada interior. (…) 

      Y no debe preocuparnos cuánta ha de ser la intensidad del amor a Dios y del amor al hermano. A Dios hemos de amarle incomparablemente más que a nosotros mismos; al hermano como nos amamos a nosotros; y cuanto más amemos a Dios: más nos amamos a nosotros mismos. Con un mismo amor de caridad amamos a Dios y al prójimo, pero a Dios por Dios, a nosotros y al prójimo por Dios.

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
La Trinidad, VIII, 12 ; PL 42, 958 (trad. Luis Arias, OSA)

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