miércoles, 24 de agosto de 2016

Meditación: Juan 1, 45-51

San Bartolomé, Apóstol
Hoy es la fiesta de San Bartolomé, apóstol que se menciona sólo en los Evangelios sinópticos y en los Hechos de los Apóstoles. Hay eruditos bíblicos que creen que Bartolomé es el mismo Natanael, mencionado en el Evangelio de San Juan. El Señor le dijo a este apóstol que lo había visto bajo la higuera, refiriéndose seguramente a su momento de oración, porque era común que los judíos hicieran oración a la sombra de un árbol. Jesús lo calificó de “verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1,47).
Cuando el Señor encontró a Felipe y le dijo “sígueme”, éste experimentó el enorme gozo de ser discípulo de Jesús y luego fue a buscar a su amigo Bartolomé para que también se hiciera seguidor del nuevo maestro. Era una antorcha encendida que comunicaba su llama a otra antorcha. Pero cuando Bartolomé se enteró de que Jesús venía de Nazaret (el pueblo donde el Señor había crecido aunque había nacido en Belén), se extrañó porque ese era un pueblito insignificante. Pero Felipe no le hizo caso y solamente le propuso: “¡Ven y lo verás!”
Natanael buscaba sinceramente a Dios, y se dio cuenta de que el que hablaba era el Hijo de Dios, el Mesías, porque ningún hombre común podía ver el corazón de un extraño como Jesús lo acababa de hacer. Luego el Señor le prometió a Natanael que vería el cielo abierto y a los ángeles que subían y bajaban sobre él [Jesús]. Aquí probablemente el Señor aludía a Génesis 28,12, cuando Jacob soñó y vio el cielo abierto y los ángeles subiendo y bajando por una escalera.
Reconocer que Jesús es el Salvador, la revelación de la gloria y la vida divina, es algo magnífico, pero mejor aún es ver que por medio de él podemos tener acceso a Dios. La promesa del Señor a Natanael no era para él solo, sino para todos los que buscan a Dios de todo corazón. El Señor nos quiere llevar a una fe más profunda y para eso nos revela sus verdades por medio del Espíritu Santo, para que tengamos una relación íntima y personal con Jesús. Ojalá el Señor lleve a todos a tener un encuentro directo y personal consigo, especialmente a los que se limitan a ir a Misa los domingos.
“Señor y Redentor mío, te doy gracias porque no sólo has enviado a tu Espíritu Santo a vivir en mi corazón, sino que estás intercediendo ante el Padre en favor mío. Enséñame a vivir de un modo digno de tu gracia y tu amor.”
Apocalipsis 21, 9-14
Salmo 145, 10-13. 17-18
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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