viernes, 26 de agosto de 2016

Meditación: Mateo 25, 1-13

Sabemos que nuestro Señor volverá al final de los tiempos, pero él, Sabiduría Divina, también viene en el tiempo presente a los que lo buscan de verdad (v. Sabiduría 6, 12).


En la parábola de las diez vírgenes, Jesús dividió a sus seguidores en dos grupos, los previsores y los descuidados: los previsores son los que orientan su vida por los caminos de Dios y se preparan para salir a su encuentro.

¿Cómo podemos prepararnos para reconocer al Señor cada día? La oración, la lectura de las Escrituras, y el examen de conciencia son ayudas de incalculable valor. También lo son dar limosnas y ayudar a los necesitados.

En el Antiguo Testamento, la lámpara del tabernáculo se llenaba con aceite y se mantenía siempre encendida como señal de la constante oración de Israel (Éxodo 27, 20-21). De manera similar, nosotros podemos mantener la lámpara de nuestro corazón llena del aceite el Espíritu Santo y encendida para reconocer y escuchar la Palabra de Dios y responder correctamente. La Escritura es útil para “que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para toda clase de bien” (2 Timoteo 3, 17).

Finalmente, estemos atentos a lo que nos llega a la mente durante el día y arrepintámonos cuando sea necesario; eso nos ayudará a mantenernos firmes en esta nueva vida con Jesús. “Estén preparados y usen de su buen juicio. Pongan toda su esperanza en lo que Dios en su bondad les va a dar cuando Jesucristo aparezca” (1 Pedro 1, 13).

Si tú dejas que el Espíritu Santo te capacite interiormente mediante la oración, el arrepentimiento y la Palabra de Dios, serás capaz de realizar “buenas obras, según él lo había dispuesto de antemano” (Efesios 2, 10). San Juan Crisóstomo decía que el aceite de las lámparas de las vírgenes eran las “limosnas y la ayuda a los necesitados” (Homilía sobre San Mateo, 78). Sirviendo a los necesitados a los que tienes acceso tú también podrás encontrar a Cristo en ellos.

El Señor nos da todo lo necesario para estar bien dispuestos para encontrarnos con él: “Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar donde yo voy a estar” (Juan 14, 3).
“Señor, estamos deseosos de que vengas a buscarnos y nos transformes para que lleguemos a compartir tu herencia eterna de hijos e hijas de Dios.”
1 Corintios 1, 17-25
Salmo 33(32), 1-2. 4-5. 10-11

Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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