No es correcto que guardes en tu corazón, voluntaria y conscientemente, odio o desprecio en contra de aquel que te insulta. Lo que debes hacer es esforzarte en amarlo con tu corazón y, en la medida de lo posible, hacerle el bien.
Ante las ofensas, por duras que estas sean y sin importar quién las profiera, no sólo no debemos desquitarnos, sino que, al contrario, debemos perdonar de todo corazón a su autor, aunque éste no lo acepte. Para eso, debemos apaciguarlo utilizando las palabras del Señor: “Si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6, 15). Además: “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mateo 5, 44).
No es correcto que guardes en tu corazón, voluntaria y conscientemente, odio o desprecio en contra de aquel que te insulta. Lo que debes hacer es esforzarte en amarlo con tu corazón y, en la medida de lo posible, hacerle el bien, siguiendo la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odien”. Así, siendo perseverantes y en la medida de nuestras propias posibilidades, tratemos de cumplir con todo esto, para poder esperar el momento en el que la divina luz vendrá a iluminar nuestras almas, abriéndonos la senda hacia el Jerusalén eterno...
(Traducido de: Sf. Serafim de Sarov, Viața, nevoințele și învățăturile, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2002, p. 410)
fuente Doxologia.org
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