domingo, 25 de febrero de 2018

SEÑOR, NECESITO AYUDA

SEÑOR, NECESITO AYUDA

“Después le enseñó con una parábola
que era necesario orar siempre sin desanimarse:”.
Lucas 18,1

Al estudiar las Escrituras acabé descubriendo que Dios tiene un lugar especial en su corazón donde Él guarda ciertas cosas. Son cosas que le fueron pedidas en oración y, por algún motivo, que sólo Él conoce, todavía no pudieron ser cumplidas.

Es difícil entender y aceptar que Dios no atienda de inmediato nuestras urgencias. Recuerdo, con pena, a una señora que confidencialmente me contó haber abandonado la iglesia Católica para entrar en una nueva iglesia y decía: “Allá nosotros no pedimos nada a Dios, en vez de eso, con autoridad, determinamos y exigimos que Dios nos obedezca”. No creo que Dios quede molesto con eso. Pienso, inclusive, que Él debe encontrar gracioso (cfr. Sal 2,4) a ese gentío imperando, gritando y dándole órdenes a Él.

Para escucharnos, Dios no se guía por nuestros criterios. El no se inclina ante nuestros caprichos, no se asusta con nuestros gritos ni se intimida con nuestros chantajes emocionales. Lo que conmueve a Dios es que a pesar de todo continuemos esperando sin ceder un paso y sin perder la confianza. ¿Has pedido? Ahora, confía y espera.

Algunas veces, demoramos un buen tiempo en comprender que demora no significa negación, ni rechazo. Demora también puede ser misericordia. Isaías relata que Dios ansía la hora de actuar en nuestra defensa, mientras Él también espera no nos deja desprotegidos:
“A pesar de todo, el Señor espera para apiadarse de ustedes; a pesar de todo, él se levantará para tenerles compasión; porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Felices todos los que esperan en él!
Sí, pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no tendrás que llorar: él se apiadará de ti al oír tu clamor; apenas te escuche, te responderá.
Cuando el Señor les haya dado el pan de la angustia y el agua de la aflicción, aquel que te instruye no se ocultará más, sino que verás a tu maestro con tus propios ojos.
Tus oídos escucharán detrás de ti una palabra: «Este es el camino, síganlo, aunque se hayan desviado a la derecha o a la izquierda»
ISAIAS 30, 18-21

Para quien confía en Dios, ninguna espera es por si acaso. Existen propósitos en esa demora sufrida. Existen muchas sorpresas llenas de amor y sabiduría que Dios preparó para aquellos que aprenden a aguardar con fe.

Sufrimos continuamente la tentación de tomar aún verdes los frutos de la misericordia de Dios. Queremos tomar su bondad antes de la hora. Pero Dios quiere que esperemos hasta el tiempo correcto en que el fruto esté maduro. Es por esa razón que “el Señor espera para tener misericordia de ustedes…” (Is 30,18)

Dios esta acompañando atentamente nuestros momentos difíciles, está templando la llama de nuestras tribulaciones para que no nos quememos demasiado. El esta vigilando para no dejarnos pasar por ninguna prueba más allá de lo que somos capaces de aguantar.

Sabemos que El no nos ahorrará de atravesar “la aflicción y la angustia” (Is 30,20) que nos van a purificar y liberar de nuestros apegos, vicios e ilusiones. Pero, luego, en seguida Él vendrá en nuestro auxilio y veremos con nuestros propios ojos a Él actuar en nuestro favor. No le causes ese disgusto de dudar de Su amor por ti

Retoma tu coraje y enfrenta el día de hoy con confianza, pues la ayuda que necesitamos ya está en camino. El vendrá y no tardará. El auxilio de Dios no llega antes ni después de la hora, sino en el momento correcto, en el tiempo propicio.

Tal vez seas probado y tengas que comer el “pan de la angustia” y beber del “agua de la aflicción”. Pero existe aquí la garantía de que en la crisis habrá pan y no racionamiento de agua. Lo necesario Dios dará y no dejará faltar. Ahora, lo mejor es que después de todo eso, Dios se te revelará. Y Él mismo te guiará. Además, Dios usa la crisis para ayudarnos a reconocerlo y a educarnos para oírlo.

Dios oirá nuestro corazón, pero tal vez El no responda dentro del plazo que nosotros estipulamos. Sin dudas, El se revelará a nuestro corazón que lo busca, pero no exactamente en el momento determinado por nuestras expectativas. De ahí la necesidad de la perseverancia, de la insistencia y la súplica.

En la época que para conseguir fuego era necesario frotar una piedra con otra, debías hacerlo innumerables veces, no era fácil. Pero cuando el fuego prendía, ¡que alegría!.

La gente insiste en cosas con tan poca importancia y ¿no vamos a insistir en las cosas de Dios? Pide con fe; pero no dejes de pedir porque Dios se está demorando en responder. Insiste. Frota las piedras de la oración una vez más. Haz saltar las chispas. Haz explotar las llamas. Prepárate porque el fuego se encenderá y no va a demorar.

Cuanto más conozco las escrituras, mas crece en mi una certeza: no existe una solo oración perseverante hecha con amor y espíritu de fe que quede sin respuesta. Mira bien: necesita brotar del amor y necesita ser hecha con fe.

Reza conmigo unos minutos:

Señor, ven en mi auxilio. Ayúdame, mi Dios, a sacar de mi el egoísmo, el orgullo, la fragilidad de la voluntad y la desmotivación. Siento vergüenza a esta altura de la vida de ser tan inmaduro. Lo que me consuela es saber que muchos hombres y mujeres buenos, justos y santos tenían en el pasado exactamente los mismos defectos que yo. Consiguieron liberarse porque recurrieron a ti con humildad, insistieron y no desistieron hasta que tú, Señor, los ayudaste. Haz por mi lo que hiciste con ellos, Señor.

Pongo en tus manos mi salud (si estas enfermo o sintiendo algún dolor habla con Jesús. Pide tu sanación. Haz que fortalezca tu salud y que no te deje dolorido)

Coloco una vez más en tus manos todos mis proyectos y todos mis trabajos así como mis estudios; haz que acontezcan, que sean bendecidos y produzcan buenos resultados Señor.

Sé que Tú me escuchas y quieres atenderme. Tu puedes darme cualquier cosa y sé que me lo darás si fuese para mi bien.

¡Atiéndeme! ¡Ayúdame! Concédeme esta gracia, te suplico. (Dile a Jesús lo que estás necesitando en este día. Cuéntale lo que El puede hacer por ti. ¿Qué esperas del Señor? Dícelo)

Te suplico por mis preocupaciones, por los pensamientos que me perturban, por mis sentimientos agitados y por todo lo que crece dentro de mi volviéndose pesado en mi corazón. (Escucha a Jesús hablándote dentro de tu corazón, conversando contigo y pidiéndote: Ábrete conmigo. Dime lo que te pesa. ¿Qué te está preocupando? Estoy contigo para ayudarte. Entonces, revélame los deseos de tu corazón. Muéstrame lo que hay en tu alma y lo que puedo hacer por ti y por aquellos que tu amas. Dime el nombre de las personas que te preocupan. Háblame sobre aquellas que tu quieres que yo, de manera especial, ayude. Reza por los de tu casa. Los protegeré y bendeciré. Reza por tus amigos y colegas. Dime como te gustaría que los ayudase)

Jesús, coloca tus manos sobre mi cabeza y sobre mi corazón. Tengo tantas cosas para hacer que ni sé por donde comenzar. Muéstrame cual es el próximo paso que debo dar de acuerdo a tu voluntad. Quiero hacer lo que es correcto, bueno, útil y agradable para ti. Te presento especialmente esta situación…… que parece no resolverse. Revélame, Señor, por qué no estoy consiguiendo encontrar una solución a este problema. (Dile a Jesús lo que deseas realizar. Cuéntale como piensas hacer eso. Pide que te muestre los obstáculos que lo están impidiendo y te otorgue fuerzas y medios para superarlos. Ciertas gracias, Dios solo las dá a quienes las piden)

Entra con tu Luz restauradora en mi corazón, cúrame, fortaléceme y reconstrúyeme, Señor Jesús.

Todos los días experimento pequeñas y grandes alegrías, pero con frecuencia sufro también heridas y quedo triste. Lávame de los recuerdos de esa ofensa que sufrí. Te entrego el dolor de esta mi herida. Tu la curarás.

Te entrego a esa persona que me hirió… (Dile el nombre de esa persona al Señor) Desgrana una a una tus tristezas a los pies de Jesús. Llora si fuese necesario. Habla detalladamente al Señor todo lo que está amargando tu alma. Cuéntale quien te hirió, dile quien te faltó el respeto y te humilló. Si alguien te despreció, cuéntale todo al Señor y no guardes más ninguna decepción dentro de tu corazón.

Con el consuelo de tu Espíritu, quiero perdonar todo y olvidar cualquier cosa hecha para herirme o perjudicarme. Deseo en lo más íntimo de mi aquella bendición con la cual recompensas a aquellos que se determinan a perdonar.

Marcio Mendes
30 minutos para cambiar tu día a día.
Adaptación de original en portugués.
Editorial Canción Nueva.

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