sábado, 9 de marzo de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 090319


“Abandonándolo todo, se levantó y lo siguió”

Por encima del Monasterio pasan volando algunos días, aviones que surcan el cielo con velocidades prodigiosas. El ruido de sus motores atemoriza a los pajarillos que anidan en los cipreses de nuestro cementerio. Enfrente del convento y atravesando la finca, existe una alquitranada carretera por la que circulan a todas horas camiones y coches de turismo, para los cuales la vista del monasterio no ofrece ningún interés. También atraviesa los campos de la Trapa, una de las principales vías férreas de España... Todo eso, dicen que es libertad... Más el hombre que medite un poco, verá cuán engañado está el mundo en medio de eso que él llama libertad...
¿Dónde está pues la libertad? Está en el corazón del hombre que no ama más que a Dios. Está en el hombre cuya alma, ni está apegada al espíritu ni a la materia, sino sólo a Dios. Está en esa alma, que no se supedita al “yo” egoísta, en esa alma que vuela por encima de sus propios pensamientos, de sus propios sentimientos, de su propio sufrir y gozar. La libertad está en esa alma cuya única razón de existir es Dios, cuya vida es Dios y nada más que Dios. El espíritu humano es pequeño, es reducido, está sujeto a mil variaciones, altas y bajas, depresiones, decepciones, etc... y el cuerpo... ¡con tanta flaqueza! 
La libertad está, pues, en Dios y el alma que de verás saltando por encima de todo, asiente en Él su vida, se puede decir que goza de libertad dentro de lo que cabe, para el que aún está en el mundo.


San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938)
monje trapense español
Escritos espirituales, 15/12/1936

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