lunes, 11 de marzo de 2019

Meditación: Mateo 25, 31-46

Cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos… (Mateo 25, 40)

Inspirada por el trabajo de las Misioneras de la Caridad en la India, una joven le preguntó una vez a Santa Teresa de Calcuta si podía entrar a la orden. “Quédate donde estás” le respondió. “Busca tu propia Calcuta. Busca a los enfermos, los que sufren y los abandonados allí donde estás, en tu casa y en tu familia, en tu lugar de trabajo y en la escuela. Por todas partes, donde quiera que vayas encontrarás personas que sufren porque nadie las quiere.”

En el mismo sentido, Jesús nos dice que si nos preocupamos por “los más insignificantes”, vamos a recibir una “bendición” especial de Dios (Mateo 25, 40. 34).

Parece obvio, pero ¿qué es exactamente lo que Jesús nos pide? Hay por lo menos un par de respuestas diferentes para esta pregunta. Primero, que nos preocupemos de atender a los enfermos, vestir a quienes no tienen ropa, alimentar a los que pasan hambre, visitar a los presos. Estos son los “más insignificantes” de sus hermanos y hermanas y por eso el Señor los tiene muy cerca de su corazón.

Otra manera de entender este pasaje es escuchar lo que dice Santa Teresa: “Calcuta” está en todas partes. Piensa en las muchas personas que se ven bien por fuera, pero que en su interior sufren soledad, rechazo, discriminación, heridas graves o adicciones que las tienen atrapadas con ataduras que ellas no pueden romper. O en la anciana que vive sola y que naturalmente tiene muchas limitaciones; sin duda le gustaría que alguien la visitara. O en aquellos que sufren de desnutrición espiritual. Las personas que necesitan escuchar acerca de Jesús, incluso en nuestros propios hogares, tienen hambre de la buena noticia del amor y la misericordia de Dios.

Durante su largo ministerio, Santa Teresa tuvo ambas visiones. De modo heroico, cuidaba a los enfermos y moribundos, alimentaba a los hambrientos y vestía a los indigentes. Pero también sabía que cada persona debe ser amada y tratada con dignidad y respeto y eso era lo que ella hacía justamente con todos, ya fueran reyes, nobles, obreros o campesinos. No dejemos pasar, pues, las oportunidades que tengamos de dar de comer a quienes pasan hambre, ya sea física o espiritualmente.
“Amado Señor, muéstrame por lo menos una manera en que yo pueda ayudar a alguien hoy día.”
Levítico 19, 1-2. 11-18
Salmo 19(18), 8-10. 15

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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