domingo, 22 de diciembre de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 221219


“Le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo”

“Miren”, dice el profeta Isaías, “la virgen concebirá y dará a luz un hijo y lo llamará con el nombre de Emanuel”, que significa: Dios-con-nosotros (cf. Is 7,14). El nombre de Salvador «Dios-con-nosotros», dado por el profeta, señala las dos naturalezas de su única persona. El que es Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, es el mismo que es el Emanuel al final de los tiempos, es decir Dios-con-nosotros. Lo es, al haber venido al seno de su madre, porque se dignó aceptar la fragilidad de nuestra naturaleza en la unidad de su persona cuando «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Es decir, comenzó de manera admirable a ser lo que nosotros somos, sin dejar de ser quien era, asumiendo nuestra naturaleza de manera de no perder lo que era en sí mismo. (...)

“María dio a luz a su Hijo primogénito” (...) “y se le puso el nombre de Jesús” (Lc 2,7.21). Así, el nombre de Jesús es el del hijo nacido de la Virgen y, según la explicación del ángel, significa que él salvará a su pueblo de sus pecados. (...) Evidentemente que es también quien salvará de la destrucción del alma y del cuerpo, secuelas del pecado.

En cuanto al nombre de Cristo, es el título de una dignidad sacerdotal y real. Porque en la Ley antigua, sacerdotes y reyes eran llamados cristos a causa de la crismación. Esta unción con aceite santo prefiguraba al que vino al mundo como verdadero rey y sacerdote: “El Señor tu Dios, prefiriéndote a tus iguales, te consagró con el óleo de la alegría” (Sal 44,8). Por esta unción o crismación, a Cristo en persona y a los que participan de la misma unción, la gracia espiritual, se los llama 'cristianos'. Por el hecho de ser el Salvador, Cristo puede salvarnos de nuestros pecados. Por ser sacerdote, nos puede reconciliar con Dios Padre. Por ser rey, se digne darnos el Reino eterno de su Padre.

En cuanto al nombre de Cristo es el título de una dignidad sacerdotal y real. Porque en la Ley antigua, a los sacerdotes y reyes se les llamaba cristos a causa de la crismación. Esta unción con aceite santo prefiguraba al que vino al mundo como verdadero rey y sacerdote: “El Señor tu Dios, prefiriéndote a tus iguales, te consagró con el óleo de la alegría” (Sal 44,8). Por esta unción o crismación, a Cristo en persona y a los que participan de la misma unción, la gracia espiritual, se los llama 'cristianos'. Por el hecho de ser el Salvador, Cristo puede salvarnos de nuestros pecados. Por ser sacerdote, nos puede reconciliar con Dios Padre. Por ser rey, se digne darnos el Reino eterno de su Padre.


San Beda el Venerable (c. 673-735)
monje benedictino, doctor de la Iglesia
Homilía para la Vigilia de Navidad, V, CCL 122, 32-36 (« Les Pères commentent l'évangile », Paris, Brepols, 1991)

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