domingo, 4 de agosto de 2013

Tres simples actitudes

Solemos escuchar que muchos, espantados por la realidad que nos circunda, se niegan a ver noticieros y programas periodísticos. Sienten que asistir, permanecer frente a la Tv es como condenarse a la desesperanza. Las luchas personales del diario caminar unidas a aquello que muestran los medios de comunicación acrecientan el desaliento y el pesimismo.
Frente a esto, ¿qué hacer? ¿Huir, soportar, ignorar, o…? Ni lo uno, ni lo otro.

El Papa Francisco decía en el Santuario de Aparecida que existen “dificultades en la vida de cada uno, en nuestra gente, en nuestras comunidades. Pero, por más grandes que parezcan, Dios nunca deja que nos hundamos”
Encontramos en las palabras del Santo Padre una primera orientación.
No se trata de huir, sino de sembrar una actitud: La Esperanza. ¡Mantener la esperanza!
“¡Tengan siempre en el corazón ésta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona! Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón.”
(Papa Francisco)
El hombre adulto es aquel que, reconociendo la realidad, la enfrenta. Aquel que asume. Aquel que sabe que “el mal existe en nuestra historia, pero (que) no es el más fuerte. ¡el más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza!”
¿Entonces? ¡Abramos los ojos y cuidemos nuestro caminar!
No ignorando aquello que pasa en nuestro interior y a nuestro derredor, sino más bien siendo “luces de esperanza” Teniendo un visión positiva de la realidad.

Sumemos ahora una segunda idea orientadora también expresada por el Santo Padre en Aparecida.
¿Notaron cómo el contacto con tantas decepciones nos ha hecho perder la capacidad de sorprendernos? Sí, nos cuesta sorprendernos. Hemos adquirido, con el correr de los años inmunidad. Inmunidad a las “sorpresas de Dios”
“Quien es hombre, mujer de esperanza

—la gran esperanza que nos da la fe—
sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades.


Existe alguien a quien podemos mirar, a quien podemos imitar para recuperar lo que el tiempo nos robó: María Santísima. Ella sí se permitió ser “sorprendida” por Dios, por Su gracia. Ella estuvo también presente en muchas ocasiones donde Su Hijo “sorprendió” a quienes le seguían. ¿Recuerdas las bodas de Canaá? Faltaba vino. Y la sorpresa llegó.
“(…) Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio que acabamos de escuchar. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de Él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota.
Si nos acercamos a Él, si permanecemos con Él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con Él.”


En nuestra comunidad carismática de oración asistimos a la llegada de muchos hermanos que se sienten sorprendidos por el clima en el que vivimos la oración, el encuentro con Dios. Se asombran por nuestras manos levantadas, por nuestros cantos y bailes. Es sorpresa porque han crecido en un clima eclesial que se ha dejado ganar por cierta tristeza, por cierta timidez que no ha favorecido ni permitido reconocer Al que está Vivo en medio.
“El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. (…) El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo.
Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor.”


Si las luchas de la vida parecen querer ganar, si la realidad parece querer superarte, recuerda estas tres actitudes (propuestas) que nuestro Francisco nos indicó en Aparecida:
1. Mantener la esperanza.
2. Dejarse sorprender por Dios.
3. Vivir con alegría.


¡Dios te Bendice!
Miguel - Comunidad Carismática Piedras Vivas.
Pquia. San Miguel Arcángel.
23º Zarza Ardiente de Adoración Eucarística.

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