domingo, 20 de julio de 2014

Ser de Dios ¿Qué gano con ser de Dios?

Vale la pena ser de Dios

Hoy, vivimos la era del ‘Marketing’. Desde los pequeños, los niños ya saben manejar un tablet, y por todos lados vemos anuncios de productos que traen más placer. Es un hecho que los anuncios no venden productos, sino invitaciones a la felicidad que ha de lograrse por medio de ellos.

Así vemos una generación que en todo momento, se cuestiona: “¿Qué gano con eso?”, “¿Cuánto gano al buscar ese o aquel medio?”. Y cuando se habla de religión, vemos que ésta no tiene una realidad tan diferente de la comercial. En paredes y carteles, aún en “carros ambulantes”, se anuncia por la ciudad, que determinada iglesia nos traerá beneficios y soluciones de forma cada vez más fácil, sin compromisos y accesible a los fieles…O ¿podría decirse al cliente?

Ser de Dios Qué gano con eso 2

Leemos en la Biblia, que siempre existieron personas interesadas en beneficiarse de Dios. Guehazí es un ejemplo; él es uno de los siervos de los profetas, de Eliseo, que fue testigo de la sanación de Naamán, jefe del ejército de Israel. El profeta no acepta ningún regalo de Naamán, lo que deja a su siervo contrariado. “Salió pues Guehazí tras Naamán, quien se dio cuenta de que corría atrás suyo. Saltó de su carro diciéndole: ¿Algún problema? Guehazí le respondió: No, ninguno, pero mi patrón me encargó que te dijera: Hace un momento dos jóvenes de la montaña de Efraín, de los hermanos profetas, acaban de llegar a mi casa. Por favor, dales treinta y cinco kilos de plata y dos trajes para cambiarse.“ Naamán le dijo: Acepta sesenta kilos. Insistió para que Guehazí acepte. Después Naamán colocó setenta kilos de plata y las ropas de fiesta en dos bolsas y las entregó a dos de sus siervos. Estos fueron delante de Guehazí llevando las bolsas (II Re 5,21-25).  Guehazí mintió diciendo que venía por mandato del profeta a pedir la plata y las ropas pero lo que lo movía en esa acción era su deseo de ser beneficiado con el milagro que Dios operaría en Naamán.

Por otro lado, tenemos personajes bíblicos que nos muestran el camino de una verdadera búsqueda de Dios. El mismo Eliseo en el pasaje citado nos muestra que no es lo que ganamos con el Señor lo que cuenta, sino el mismo Dios. Naamán le ofreció plata y bienes pero el  profeta lo rechazó porque quería mostrar a aquel hombre que no se puede comprar la gracia del Señor. A menudo, vemos mensajes y frases donde se exhorta a un Dios productor de bendición y milagros. Cosas como: “Dios no permitirá que nada  malo te suceda. Tu victoria está cerca, Dios hará de tus sueños realidad”.
Vamos construyendo así un ‘dios’ condicionado a lo que buscamos, lo que queremos.

Dios quiere, sí, hacernos felices y nos lleva a una realización. Pero necesitamos desenmascarar a un Dios que sigue caprichos humanos, que es una mentira. Al final, son palabras vacías que nos llevan a una fe inmadura, y creemos que el Señor existe, sí, pero como nuestros planes no suceden, pensamos que Él está lejos de nosotros.
Las promesas de Dios se cumplen siempre, pero necesitamos saber si ellas vienen, realmente, del Padre.

“Y tú amarás a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”
Dt 6,5
Es en la intimidad con Dios que encontramos Sus promesas, y así ellas se cumplen.
¿Que gano siguiendo a Cristo?
¡Gano Cristo!
“Porque todos fuimos creados para aquello que el Evangelio nos pide: la amistad con Jesús y el amor fraterno.” (Papa Francisco EG. 265).

Jesús vino al mundo para proponernos una amistad verdadera, sin interés. Cuando tu día no sea bueno, tendrás a dónde ir y con quien conversar. Y cuando sea maravillo, Él va estar junto a ti alegrándose. ‘Los verdaderos adoradores’ son aquellos que buscan a Dios por quien Él es, y así reciben gracias en su vida. Pero cuando vienen los obstáculos, no reniegan del amigo, porque saben que “si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo” (2Tim 2,13).

Pidamos a Dios la gracia de una verdadera conversión, de una verdadera disposición interior en buscar al Señor y experimentar el amor de Él por nosotros. Y que crezca, cada vez más, el amor en nosotros por Él. Que lo amemos gratuitamente y el mayor regalo que tenemos con eso es Su amistad.

Paulo Pereira
Miembro de la Comunidad Canción Nueva
Traducción original: Thaís Rufino de Azevedo - Adaptación CPV
fuente: Portal Canción Nueva

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