lunes, 22 de junio de 2015

DONES DE FE Y MILAGROS - parte II

EL DON DE LA FE
Parte II

Cierto día, Pedro, fuertemente impulsado por el Espíritu Santo, se puso a decir: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” cfr. MT 16,16. Jesús, que lo escuchaba respondió: “Feliz eres tú, Simón, hijo de Jonas, porque no fue carne ni sangre quien te reveló eso, sino mi Padre que está en el cielo” (cfr. Mt 16,17). La fe es un don del Espíritu Santo, es gracia de Dios, es algo sobrenatural que El hace brotar dentro de nosotros. Sin la gracia para ayudar, sin el Espíritu Santo para socorrer interiormente, el ser humano no consigue cambiar el propio corazón, mucho menos convertirlo a Dios, no consigue tampoco despertarse espiritualmente para ver lo que es cierto y confiar en verdad. En otras palabras, no puede proveerse de fe. La fe es un don de Dios, un carisma del Espíritu Santo. Ella es el medio indispensable y seguro para conseguirnos todas las gracias necesarias para la salvación. Siendo así, cualquier esfuerzo es poco para hacer que las personas comprendan que es necesario fe para encontrar la salvación. Insisto en eso, pues observo que, al mismo tiempo en que existe la necesidad indispensable de que exista esa fe viva, tan recomendada por Jesús y por toda la Sagrada Escritura, existen también muchas personas que sufren por no creer y no saberse valer de tan poderoso recurso que Dios nos concedió. Y lo que más pena me da es percibir que, con tantas personas padeciendo por los sufrimientos, desánimos, depresiones e incredulidades, son pocos los cristianos que se empeñan en encender ese fuego en los corazones necesitados. El mayor bien que podemos hacer a quien amamos es llenar su alma de ánimo, de coraje y hacer entrar la fe en su corazón. Es el único camino para que el experimente la salvación de Dios. Sin dudas, solo Jesús salva, pero la manera por la cual la salvación llega hasta nosotros es la fe. La fe salva volviendo inmediata la presencia de Dios y haciendo que Jesús habite en nuestro corazón. Cfr. Ef 3,17. Al fin y al cabo ¿de qué sirve a una persona saber que Jesús es el Salvador, participar de misa, comulgar y hasta aún meditar sobre la necesidad de ser mejor, cuando en el fondo del alma no cree en nada de eso, cuando actúa solo por costumbre o porque otras personas también lo hacen? ¿De qué sirven tales esfuerzos, si falta la confianza en el Señor, cuando es cierto que el Espíritu Santo nos revela que solamente por la gracia fuimos salvados, por medio de la fe, y eso no viene de nosotros, es don de Dios (cfr. Ef 2,8)?. Nuestra garantía es la Palabra del Señor: “Cree en el Señor Jesús y será salvo tú y tu familia” (Hech. 11,14)

Sin la fe es imposible agradar a Dios (Hb 11,6). Sin ella, quedan sin valor alguno nuestros propósitos, las promesas que hicimos se vacían, y los buenos pensamientos nunca se transforman en actitud. Si no tenemos la convicción de hombres orantes, fallaremos en todos nuestros compromisos y desperdiciaremos todas las revelaciones que el Señor nos hace. Todo eso por una razón muy simple: para ser fieles, para vencer la tentación, para actuar con el poder del Espíritu, para alcanzar una gracia o aún para obtener un milagro no basta la buena voluntad. Es necesario ayuda sobrenatural que nos mantenga firmes y constantes. Es necesario fe. Ciertamente existen muchas cosas buenas que Dios realiza hasta aún en la vida de aquellos que no creen, pero otras gracias, tales como los milagros y ciertas sanaciones, Dios sólo concede a quien cree. El corazón bondadoso, la intención justa, la búsqueda de la verdad sirven para aproximarnos de Dios y abrir el corazón para creer, a fin de que, por la fe, alcancemos la fuerza que nos librará de todo mal. Sin ese socorro divino, no podremos resistir.

Agradezco a Jesús por este libro que ha llegado a tus manos. Creo que estas leyendo en este momento porque Dios tiene aquí una respuesta para darte, una gracia para concederte o una dirección para tu vida. Es un presente del cielo poder conocer más profundamente la importancia de este don, pues, cuando se trata de personas adultas, todos los que obtienen la salvación o un milagro, en general, solo por medio de la fe alcanzan esa gracia. También es ella que nos hace vencer y avanzar en la vida. Entonces, agradezcamos a Dios, pues es grande el amor que El tiene por ti y por mi, dándonos la oportunidad solamente de aprender algo bueno, pero, sobre todo de experimentar la extraordinaria, poderosa e invencible fuerza del Espíritu Santo. Pido al Espíritu Santo que, después de todo lo que descubramos en ésta lectura y con las oraciones, Él nos conceda la gracia de, cuando seamos tentados para separarnos de Dios, no olvidemos de clamar el santo nombre de Jesús y empuñar el escudo de la fe, con que podamos apagar todos los dardos inflamados del maligno (cfr. Ef 6,16). Si en algún momento sentimos la vida trabada, desánimo para hacer lo que es correcto y una gran voluntad de desistir de todo, sin dudas necesitamos de la gracia para creer que más allá de lo que conseguimos ver debemos pedir al Señor la ayuda necesaria para luchar y vencer la tentación que nos combate.

La mayor recompensa que puedo recibir es que descubras en este libro cuánto Dios te ama y quiere salvarte personalmente. Las cosas que son enseñadas aquí muestran el medio que Dios nos da para alcanzar la vida eterna y todas las otras cosas que necesitamos. Cuán bueno será si nuestros parientes, amigos y todos aquellos que amamos pudiesen tener acceso a éste libro y aproximarse a la verdad que tiene el poder de salvarlos.


Del libro: “Dons de Fé e Milagres”
Márcio Mendes
Editorial Cançao Nova
Adaptación Del original em português.

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