Jesús dijo a los fariseos:
"Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir". Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?". Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados". Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo". Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre. Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada". Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.
RESONAR DE LA PALABRA
Severiano Blanco, cmf
Queridos hermanos:
Muchas narraciones del Antiguo Testamento resultan a primera vista enigmáticas. ¿Qué podrían pensar los judíos del tiempo de Jesús acerca de las propiedades curativas de una serpiente clavada en un palo? Pero los primeros cristianos, “judíos del tiempo de Jesús”, tuvieron la sorprendente experiencia de que, a través de él y de lo acontecido en él, se les aclaraba tan misterioso episodio. Jesús, clavado en un palo, se había convertido en la medicina universal. La historia anterior resultaba así una sucesión de “ensayos” de salvación, hasta que ésta adquiriese su forma definitiva. Son muchos los cristianos que siguen diciendo: “yo con el Antiguo Testamento no puedo, me resulta extraño, ininteligible, violento…”. ¿Por qué no lo leemos, de una vez por todas, con las gafas adecuadas? ¿Por qué no nos sometemos a la luz que Jesús proyecta sobre toda esa historia y esos escritos? Él nos dice expresamente: “Moisés escribió acerca de mí” (Jn 5,46).
La palabra y acción de Jesús, con toda su sencillez e incomparable humanidad, iban envueltas en un halo de autoridad sobrecogedora. Su conducta, a veces desconcertante, suscitaba cuestionamientos insoslayables. De ahí la pregunta “¿tú quién eres?”, que encontramos en el fragmento evangélico de hoy, y que va flanqueada por una misteriosa respuesta, un repetido “Yo Soy”, sin más determinaciones: “si no creéis que yo soy (…), conoceréis que yo soy”. Es decir, Jesús es portador del nombre de Yahvé, el que fue revelado a Moisés (Éxodo 3,14). Pero lo más sorprendente del diálogo es que esa majestad de Jesús será reconocida precisamente “cuando le levanten en alto”, en la Cruz. El Jesús joaneo usa a veces expresiones de doble sentido; en este caso, ser crucificado o ser ascendido al cielo: el Dios de la paradoja manifiesta su majestad en la humillación.
Estamos cerca del Viernes Santo, el día de la adoración de la Cruz. ¿Por qué adorar lo más infamante, el más humillante instrumento de tortura? Porque en la misma Cruz se manifiesta el triunfo, la gloria del Padre iluminando a Jesús.
La primera generación cristiana vivió en la admiración la gloria de Dios hecha carne en Jesús; y elaboró fórmulas de fe cuya densidad nos sigue admirando: “Él es imagen del Dios invisible” (Col 1,15), es “reflejo de la gloria de Dios, impronta de su ser” (Hbr 1,3). Según San Pablo, Jesús es escandalo para los judíos y estupidez para los paganos (1Cor 1,23). ¿Cómo un grupo de judíos (¡los primeros cristianos!), con su férreo monoteísmo, y un grupo de paganos, con su concepción gloriosa de los dioses, pudieron confesar la presencia de la divinidad en un fracasado y crucificado? Sólo una honda reflexión sobre su forma de actuar, especialmente sobre su entrega final, junto con las experiencias pascuales, pudo permitir semejante salto. Que nuestra reflexión de Semana Santa no se detenga en las heridas externas de Jesús; que ellas sean como un teleobjetivo a través del cual percibamos la inabarcable y adorable Majestad de “Yo Soy”.
Tu hermano
Severiano Blanco cmf
Comentario publicado en Ciudad Redonda
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