San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno, obispos
¿Quién eres, pues? (Juan 1, 19)
Es posible que en las reuniones de fin de año recién pasadas no hayamos conocido entre los presentes a algún familiar lejano, y hayamos tenido que preguntar. En el Evangelio de hoy, algunos fariseos también le preguntan a Juan quién es él, y para sorpresa suya, el Bautista les responde diciendo quién no es. No fue sino hasta que lo presionaron que contestó: “Yo soy una voz que grita en el desierto.”
En lo profundo del corazón, Dios nos hace la misma pregunta: “¿Quién eres tú?” No solo tu nombre, sino ¿quién eres tú en realidad? Algunos dicen inmediatamente lo que no son: “No soy tan importante”, o “No soy el más inteligente ni el más talentoso.” Pero Dios, que naturalmente sabe la respuesta, te pregunta “¿Quién eres tú?” para ver cómo te defines a ti mismo, para ver cuál es el concepto que tienes de tu persona. Así que piensa cómo responderías la pregunta.
Ahora veamos quién dice el Señor que tú eres.
Tú eres un amado hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza y con un lugar especial en su corazón, porque tu Padre te conoció y te amó incluso desde antes de que nacieras (Juan 15, 9).
Tú eres único e insustituible. Dios está contento con la manera como te hizo, con los dones y talentos particulares que te dio. Además, tienes una misión singular que cumplir en este mundo, y el Señor se complace cuando la cumples.
(Jeremías 1, 5; Salmo 139, 13-16)
Tú eres parte de la familia de Dios, es decir, la Iglesia, con muchos, muchos hermanos en todo el mundo, y por eso nunca estás solo. (Romanos 12, 5; 1 Corintios 12, 12)
Tú eres morada del Espíritu Santo. Dios vive dentro de ti y te enseña, te guía, te hace santo y te llena de su amor. (1 Corintios 3, 16).
Entonces, ¿quién eres tú? En realidad, tú eres quien Dios dice que eres, y al igual que el Bautista, tu vida puede ser una voz que anuncia la bondad de Jesús.
Medita y reflexiona en estas verdades hoy; recuerda quién eres y a quién le perteneces. Y cuando otras voces te digan algo distinto, mantente firme, y recuérdales quiénes son ellos también.
“Padre amado, te doy gracias por haberme amado desde el principio, a pesar de mis faltas, y por adoptarme como hijo tuyo.”
1 Juan 2, 22-28
Salmo 98(97), 1-4
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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