miércoles, 10 de enero de 2018

Meditación: Marcos 1, 29-39

La suegra de Simón. (Marcos 1, 30)

Bien sabemos que Pedro era casado, como lo ratifica este pasaje que menciona a su suegra, pero nos gustaría saber: ¿Qué pasó con su esposa y su familia después de haber dejado todo para seguir a Cristo? ¿Y hubo otros apóstoles casados también? Según 1 Corintios 9, 5, ¿viajaban con ellos algunas esposas? Podemos conjeturar bastante sobre estas incertidumbres, pero lo importante es que los apóstoles y muchos otros discípulos hicieron enormes sacrificios personales para seguir fielmente al Señor. De hecho, Pedro habló de lo mucho que había dejado atrás: todo (Mateo 19, 27).

Sin duda los discípulos vieron algo muy especial en Jesús que se sintieron compelidos a renunciar a tanto. Las enseñanzas y obras milagrosas del Señor les convencieron de que valía la pena dejar sus trabajos, sus hogares y su entorno familiar para seguirlo. No hay duda de que fue también su continua experiencia de Cristo lo que les llevó a sacrificar tanto para seguirlo, y no fue una experiencia de una sola vez. Mientras más fueron comprendiendo quién era Jesús, su decisión de permanecer a su lado se fortaleció.

Y tú, ¿qué dices? Tú tienes una relación personal con Jesucristo, ¿no es cierto? Tú también puedes percibir, al igual que Pedro, que el Señor está tratando de lograr que tú lo sigas más decididamente, aunque ello signifique que tengas que abandonar algunos hábitos y conceptos de la vida que has llevado.

Piensa en una ocasión en que te sentiste particularmente cerca del Señor. ¿No es cierto que todo lo demás pasó a segundo plano? Es así, porque cuanto más nos acercamos al Señor, más queremos rendirnos a él, y cuanto más nos rendimos a él, más queremos que él crezca en nosotros. Es como un intercambio divino: Dios nos da la gracia y nos hace crecer; luego, le consagramos todo lo que hacemos y las prioridades que tenemos. ¡Y Dios nos da la gracia de crecer más en él!

Así que, no seas tímido y pídele a Jesús que te ayude a entregarte más en sus manos. Pídele la gracia de profundizar tu vida de oración. Jesús se reveló una y otra vez a sus discípulos y fue para ellos un gran tesoro que había que descubrir y redescubrir, como también lo es para nosotros.
“Amado Jesucristo, quiero conocerte más profundamente y quiero seguirte todos los días de mi vida.”
1 Samuel 3, 1-10. 19-20
Salmo 40(39), 2. 5. 7-10

fuente Devocionario Catòlico La Palabra con nosotros

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