jueves, 11 de enero de 2018

Meditación: Marcos 1, 40-45

Se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme.” (Marcos 1, 40).

En este pasaje podemos ver una curación milagrosa desde tres puntos de vista diferentes: el espiritual, el del alma y el físico. La dimensión física es la más evidente, porque vemos al leproso de rodillas y a Jesús que extiende la mano y lo toca para curarlo.

Pero luego está el ámbito de la mente y las emociones. Se entendía que la lepra era contagiosa, por lo que este hombre tenía que vivir aislado de su familia y de la sociedad, aparte de que había perdido su trabajo y su lugar en la comunidad. Al verlo Jesús se conmovió de lástima y compasión, por eso con todo cariño le contesta: “Quiero. Queda limpio.” Así, el hombre quedó sano no solo en su cuerpo, sino también en su alma, y así finalmente pudo volver a casa.

En cuanto a la dimensión espiritual, siempre se ha pensado que este episodio es una alegoría de la lepra del pecado, que carcome el alma. Al recuperar la salud completa, este hombre puede reincorporarse a la sinagoga y adorar a Dios. ¡Ha recuperado su vida espiritual!

Ahora bien, tú eres igualmente una increíble y multifacética creación y Dios quiere bendecirte en tu persona completa.

En ninguna parte se aprecia mejor esto que en la santa Misa porque allí, más que en cualquier otra ocasión, tú puedes conectarte con Cristo en tu cuerpo, tu alma y tu espíritu.

Medita por un momento en cómo tu cuerpo experimenta la Misa, especialmente cuando estás en la presencia de Jesús al recibir la Sagrada Eucaristía. Te arrodillas, te haces la señal de la cruz, rezas el Credo y cantas himnos religiosos. Tu alma se beneficia cuando se proclaman las lecturas bíblicas porque la Palabra viva de Dios llega a tu mente y, por último, la Eucaristía tiene el poder de despertar tu espíritu y llevarte a la comunión con Cristo Jesús.

Así pues, cada vez que vayas a Misa y, en realidad cada vez que recibas el Sacramento de la Reconciliación o cualquier otro sacramento, piensa que tú eres el hombre del Evangelio de hoy, y que Jesús toca cada parte de tu vida, la sana y la vivifica. También puedes interceder por un ser querido o un amigo, especialmente alguien que esté enfermo, y pedirle al Señor que, en ti, lo toque a él y lo sane.
“Señor y Salvador mío, te doy gracias por extender tu mano y tocarme en mi cuerpo, mi mente y mi espíritu.”
1 Samuel 4, 1-11
Salmo 44(43),10-11. 14-15. 24-25
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario