Los espíritus inmundos gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios.” (Marcos 3, 1)
En diversos lugares del Evangelio vemos que Jesús curaba a un enfermo tras otro y salía a llamar a sus primeros discípulos, pero la gente que empezó a seguirlo eran multitudes. La misteriosa cautela con la que actuaba Jesús cuando expulsaba a los demonios siempre salía a la luz: los espíritus inmundos sabían quién era, pero Cristo no los dejaba hablar (Marcos 1, 23-26). Así, Marcos captaba la atención de sus lectores y despertaba en ellos el deseo de enterarse de qué sería lo que iba a suceder próximamente.
Pero el evangelista no solo quería captar el interés de sus lectores, sino anunciar el mensaje de la salvación, y lo hacía con un estilo elocuente: poniendo en claro dos puntos generales acerca de Jesús, para luego seguir adelante con nuevos pormenores o episodios.
Primero, que Jesús ejercía una enorme atracción sobre la gente, como se ve en que las multitudes venían de todas partes a verlo y escucharlo. No se trataba de un mero maestro lugareño y un pequeño grupo de seguidores; lo seguían grandes multitudes, gente de toda clase procedente de todas las localidades y regiones.
Segundo, quienquiera que lea lo que dice San Marcos acerca de Jesús tiene que decidir por sí mismo quién es en realidad esta Persona. ¿Qué es lo extraordinario que tiene que ni a los demonios les permite anunciar su identidad? El evangelista pudo haber dado otras pistas, pero, en este punto y en todo su Evangelio, consideró que era muy importante que sus lectores meditaran en la interrogante de: ¿Quién es Jesús?
Detengámonos un poco hoy para reflexionar, como lo sugiere Marcos. Si tú, querido lector, no estás totalmente convencido de que Jesús es Dios verdadero y Hombre verdadero, dedica tiempo a orar acerca de las pruebas que se dan en el Evangelio de San Marcos. Los que sí están convencidos, dediquen tiempo hoy para dejar que el Espíritu Santo les dé a conocer nuevas dimensiones de la divinidad y la humanidad del Señor. No importa lo muy cerca de Jesús que uno considere estar, su presencia siempre implica cambio y renovación.
“Señor Jesús, quiero conocerte cada vez mejor. Ya sea que me pidas cambiar de vida personal, o que haga algún servicio para mi familia, parroquia o comunidad, yo quiero hacer tu voluntad.”
1 Samuel 17, 32-33. 37. 40-51
Salmo 144(143), 1-2. 9-10
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