lunes, 1 de enero de 2018

RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Lucas 2,16-21.

Evangelio según San Lucas 2,16-21. 
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción. 


RESONAR DE LA PALABRA

Alejandro Carbajo, cmf
Queridos hermanos, paz y bien.
Comenzamos un nuevo año, y lo hacemos de la mejor manera posible, contemplando a María. La solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primera fiesta mariana de la Iglesia de Occidente. Desde muy antiguo – en las catacumbas de Roma se han encontrado pinturas con el nombre de “Theotókos”, “María, Madre de Dios”. En 1931 el papa Pío XI instituyó esta fiesta en el mes de octubre, pero la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II la trasladó al uno de enero, con la categoría de solemnidad, con el título de Santa María, Madre de Dios.
¿Qué nos dice hoy esta celebración? ¿Y qué nos dice al estar en el primer día del año? Comienza el año civil, y se celebra de diversos modos. Quizá haya “mucho ruido y pocas nueces”. Para algunos, es un tiempo triste, al recordar a los que ya no están con nosotros. Otros quieren que las fiestas pasen cuanto antes.
¿Por qué nos alegramos por las fiestas? Nos alegramos porque sentimos el Amor de Dios, que se acerca a nosotros y se hace hombre. Navidad es el comienzo de una nueva creación. Una fuerza que nos viene de lo alto y nos renueva. Dios ha hecho una Alianza Eterna con los hombres: Cristo.
Cada vez que empieza algo (hoy el año civil) debemos remitirnos al comienzo de la Alianza Nueva y Eterna. Ése es el fundamento también de nuestra paz. Volvamos a mirar las cosas que están a nuestro alrededor, desde la perspectiva de la alianza. Podemos pensar en las cosas que se fueron con el año 2017 y pongámoslas en las manos de Dios. Todo lo hecho por amor, aunque pequeño, aunque los demás no lo noten, ha sido tomado en cuenta por Dios, y lo encontraremos renovado en Él. También las personas que se han ido... Y así, nuestros lazos de amor, lejos de perderse, serán renovados y glorificados en la Resurrección.
Se celebra, además, la Jornada Mundial de la Paz. No es coincidencia. Esta jornada se celebra desde el 1 de enero de 1968, cuando el beato Pablo VI decidió hacer un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad, en un período en el que la Guerra Fría estaba a punto de terminar con el mundo. Este año, el papa Francisco ha elegido como lema: Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz. Un día para pensar en nuestra relación con aquellos que no pueden vivir en sus países de origen. Pinchando aquí puedes ver el texto completo.
Termino con una cita del papa Pablo VI, de hace 50 años, válida para nosotros, hoy, en 2018: Tratemos, por tanto, de inaugurar el año de gracia de 1968 (año de la fe que se convierte en esperanza) orando por la Paz; todos, posiblemente juntos en nuestras Iglesias y en nuestras casas; es lo que por ahora os pedimos; que no falte la voz de nadie en el gran coro de la Iglesia y del mundo que invoca de Cristo, inmolado por nosotros, dona nobis pacem.

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro José Carbajo Olea, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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