viernes, 20 de abril de 2018

Meditación: Juan 6, 52-59

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna.
Juan 6, 54




Jesús dijo que él era el pan vivo enviado por el Padre, pero luego añadió algo difícil de aceptar: “El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo” (Juan 6, 51). Cuando los judíos comenzaron a discutir acaloradamente sobre estas palabras, él simplemente les reiteró: “Si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna.” Para los lectores originales de San Juan, la constante repetición de las palabras “coman”, “beban”, “carne”, “sangre”, sin duda les hacía pensar en la Sagrada Eucaristía. 

El Sacramento de la Eucaristía nos permite unirnos al sacrificio por medio del cual Jesús se ofreció “por la vida del mundo” (Juan 6, 51). Cada vez que celebramos este misterio, se hace presente el mismo sacrificio para nosotros. Como lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica, la Eucaristía es un “memorial” en el sentido bíblico de la palabra: “No... solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales” (Catecismo de la Iglesia Católica 1363).

De modo que la Eucaristía no es solo un recordatorio, sino una actualización del sacrificio único y verdadero. “En la Eucaristía, Cristo da el mismo Cuerpo que entregó por nosotros en la cruz, y la Sangre misma que ‘derramó por muchos para remisión de los pecados’” (CIC 1365). Toda vez que celebramos la santa Misa, se nos hacen presentes la muerte y la resurrección de Jesús; y cuando lo recibimos con fe y amor, entramos efectivamente en esos acontecimientos de su sacrificio vivificante. No solo recibimos pan y vino, ni carne y sangre, sino la salvación misma. ¡Qué alegría que Jesús haya dado este regalo para todas las generaciones hasta su regreso en gloria! 
“Señor Jesús, te doy gracias por tu sacrificio en la cruz y tu resurrección a la vida nueva, y por hacer presente esta redención cada vez que celebramos la Sagrada Eucaristía. Humildemente acepto tu presencia en nuestro medio y confío en tu gran promesa de que todo el que come de tu Cuerpo y bebe de tu Sangre permanece en ti.”
Hechos 9, 1-20
Salmo 117(116), 1-2

Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
foto: Canción Nueva

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