domingo, 10 de marzo de 2019

Meditación: Lucas 4, 1-13

Conducido por el mismo Espíritu… fue tentado por el demonio. (Lucas 4, 1-2)

Si creemos en la victoria de Cristo en la cruz y nos unimos a él en su muerte y su resurrección, no seremos avergonzados, aunque las fuerzas del mal traten de destruirnos.

En su bondad, Dios libró a su pueblo de la esclavitud y lo llevó a una tierra de la que fluía leche y miel. Dios pidió a los israelitas que le ofrecieran los primeros frutos de la tierra que les daba, como muestra de su fe. De este modo, el diezmo del pueblo era la respuesta al deseo de Dios de liberarlos. Jesús es el Mesías prometido que nos lleva a Dios.

Así como el diablo tentó a Jesús en el desierto tratando de hacerlo renunciar a su confianza en el Padre, el Maligno trata hoy de destruir la obra de Dios para la salvación nuestra y de todos los seres humanos. A menudo tenemos la tentación de confiar en nosotros mismos más que en Cristo, y cuando cedemos a esa tentación, experimentamos el fracaso en la vida cristiana. Por eso, conviene mirar el ejemplo de Jesús que, lleno del Espíritu Santo, triunfó sobre Satanás porque no dejó de confiar en el amor y el poder de Dios.

La victoria de Cristo sobre la tentación es un ejemplo para nosotros en esta Cuaresma. Dios desea que, al igual que Jesús, seamos llenos del poder del Espíritu Santo y, confiando en la fuerza del Paráclito, triunfemos sobre el pecado y Satanás, porque estamos unidos a Cristo mediante la fe y el Bautismo. Para experimentar la presencia de Dios en la vida diaria, hemos de aceptar conscientemente la obra de Dios, que nos une a él en los sacramentos y la oración, y aceptar de corazón la verdad divina, rechazando todo lo que sea contrario a Dios. Si lo hacemos, el plan de salvación se cumplirá en nosotros.

Sigamos pues el ejemplo de Jesús y tendremos esta esperanza segura: “Todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él” (Romanos 10, 13).
“Señor mío Jesucristo, tú eres mi única esperanza. Sé que tú quieres salvarme, por eso invoco hoy tu santo nombre y me entrego a ti de corazón.”
Deuteronomio 26, 4-10
Salmo 91(90), 1-2. 10-15
Romanos 10, 8-13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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