martes, 19 de mayo de 2015

RESONAR DE LA PALABRA - 19 05 2015


Evangelio de hoyLectura del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»
Palabra del Señor


Comentario al Evangelio
Queridos amigos,

En esto consiste la felicidad verdadera: en conocer a Dios (mejor dicho, en conocer el amor de Dios). San Antonio María Claret, fundador y gran apóstol en la España del Siglo XIX,vivía con intensidad ese deseo: “Que te conozca y te haga conocer, que te ame y te haga amar…”. Sin duda, todo un plan de vida para quienes decimos ser “discípulos misioneros”.

La misión de anunciar el Reino, de dar a conocer la Buena Noticia de un Dios-amor que se nos ha revelado en Jesús es tarea de la Iglesia toda. No es algo de los obispos, de los curas o los religiosos y religiosas. Hace ya muchos años que en la Iglesia hemos tomado conciencia de que todos somos, como nos ha recordado el papa Francisco, “discípulos-misioneros”. Seguimos al maestro y le anunciamos. Todo creyente es seguidor y a la vez testigo y misionero de esta alegría. Le seguimos porque le hemos encontrado (le vamos encontrando) y le anunciamos porque hemos conocido su amor y por el bien que nos ha hecho encontrarnos con él.La alegría de ese maravilloso encuentro nos lleva a la dulce alegría de evangelizar.

Los que se encuentran con Jesús y conocen el amor que Dios nos ha manifestado en él, no podemos guardarnos esta alegre experiencia que para nosotros se ha convertido en algo fascinante, fundante, luminosa. No podemos sino contar esa Buena Noticia. El mundo no puede privarse de conocer esa gran verdad que a nosotros nos hace tanto bien. La alegría del Evangelio no nos la podemos guardar. En esto consiste la evangelización, la nueva y la de siempre: que todo aquel que se encuentre con nosotros pueda descubrir ese amor y cercanía que Dios tiene por sus hijos.
Agradece hoy, hermano o hermana, el haber recibido esta Buena Noticia y no dejes de intentar comunicarla con tu vida. Si es necesario, como decía San Francisco de Asís, utiliza también las palabras.

Que tengas un buen día,
Fernando Prado, cmf.

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