jueves, 21 de mayo de 2015

RESONAR DE LA PALABRA - 21 mayo 2015


Evangelio según San Juan 17,20-26. 
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
"Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
-yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".


COMENTARIO
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022),
monje griego
Ética, 1,6 y 8 pág. 75-76
«Para que sean como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mi»


El cuerpo de la iglesia de Cristo, resulta armonioso en la reunión de sus santos desde el origen de los tiempos, alcanza su constitución equilibrada e integral en la unión del Hijo de Dios desde los primeros nacidos inscritos en los cielos... hasta nuestro Salvador Dios revela el carácter indisoluble e indivisible de la unión con El cuando dice a sus apóstoles: « Yo en el Padre y el Padre en mí; y vosotros en mí y yo en vosotros» (Jn 14,20). Manifiesta esto con más claridad añadiendo: «yo les he concedido la gloria que tú me has dado para que sean uno como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí para que sean modelados en unidad» y de nuevo «para que el amor con el que tú me has amado sea en ellos y que yo mismo sea en ellos...»

¡Oh la maravilla, oh la indescriptible condescendencia del amor que Dios nos concede, el amigo de los hombres! Lo que es por naturaleza a la consideración de su Padre, nos concede el ser escuchados por la adopción y por la gracia... la gloria dada al Hijo por el Padre, el Hijo nos la devuelve a su vez por la gracia divina. Mejor aun: igual que Él está en el Padre y el Padre en Él, igual que el hijo de Dios estará en nosotros y nosotros en el mismo Hijo, si lo deseamos así, por la gracia. Una vez se ha hecho semejante a nosotros por la carne, nos ha hecho partícipes de su divinidad y nos incorpora todos a él. Además la divinidad de la cual participamos por esta comunión no se puede dividir en parte separadas; se hace necesario que también nosotros, una vez que hemos participado en ella en realidad, somos inseparables del Espíritu único, formando un solo cuerpo con Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario