lunes, 15 de enero de 2018

Meditación: Marcos 2, 18-22

¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? (Marcos 2, 19)

Es la boda de un amigo. Justo cuando la ceremonia está a punto de comenzar, todo el mundo se silencia y toma asiento. Comienza la música nupcial y la novia se prepara para avanzar por el pasillo. Pero ¿dónde está el novio? Nadie lo ve porque está mezclado con el resto de los invitados, es decir, no se destaca en absoluto.

Los fariseos del Evangelio de hoy, al igual que los invitados a esa boda imaginaria, no logran reconocer a Jesús. Todo lo que les parece ver es un maestro apasionado de una aldea pequeña. Por eso, cuando ellos preguntan por qué sus discípulos no ayunan, Jesús responde señalándose como el “esposo” y les dice que él no es solo un maestro más; ¡es el Mesías!

Pero no era el tipo de Mesías que la mayoría esperaba. Jesús vino como un esposo, no simplemente como un maestro de moral; como un amigo, no como un militar; como un maestro pobre y humilde, no como un enardecido político. Y por eso no lo reconocían.

Sus detractores no pudieron admitir que su doctrina revelaba la gracia y la misericordia de Dios de una manera nueva; que él había venido a dar la vida por su pueblo, como lo haría cualquier esposo noble por su esposa. Tampoco pudieron ver que había venido a enseñar el perdón en lugar de la venganza, cómo él mismo lo practicó incluso cuando estaba crucificado, diciendo: “Padre, perdónalos” (Lucas 23, 34).

Nosotros, sin duda sabemos que Jesús es el Mesías, pero todavía podemos caer en una trampa similar. Se nos ocurre que él está allá arriba en el cielo, ajeno a nuestras circunstancias, o nos fijamos únicamente en las enseñanzas morales y nos olvidamos de que él tiene el poder de transformarnos.

Pero el Señor no está lejos; está cerca de nosotros todo el tiempo. Y no es solo un maestro; es Dios Todopoderoso, que permanece constantemente a nuestro lado y está siempre preparado para levantarnos con su amor. Incluso cuando pecamos, está con nosotros, ofreciéndonos su curación y nos llama con amor. ¡Él es verdaderamente nuestro Novio! Por eso, querido hermano, ponte en las manos de Jesús, que desea perdonarte, sanarte y renovar tu vida de un modo que jamás lo habrías imaginado.
“Amado Señor Jesús, permíteme verte como tú realmente eres, y abre mis ojos para ver la esperanza que tengo en tu amorosa Persona.”
1 Samuel 15, 16-23
Salmo 50(49), 8-9. 16-17. 21. 23

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