domingo, 23 de septiembre de 2018

Meditación: Marcos 9, 30-37

Cuando Jesús iba con sus discípulos rumbo a Jerusalén, predijo por segunda vez su muerte y su resurrección.

Pero los discípulos tenían la mente cerrada y no entendían. En lugar de ayudarse mutuamente, cada uno quería ser más importante que los demás. Pero Jesús demostró su grandeza dándose por entero y entregando su propia vida por la salvación de todos.

Jesús puso a un niño pequeño en medio de sus discípulos para hacerles entender que, así como él había venido a servir a los indefensos y marginados sin esperar retribución alguna, ellos debían hacer lo mismo. Pero, como las ideas de Dios son tan diametralmente opuestas a las humanas, los discípulos estaban confundidos y no entendían que para ser importantes en el Reino de Dios tenían que ser servidores humildes..

¿No tenemos nosotros también muchas veces ideas erróneas al respecto? Para ser importantes en el Reino de Dios no hace falta ser líderes en la iglesia, tener un doctorado en teología, ni ser director de una institución de caridad o servicio social. Todos estos trabajos son importantes y valiosos, pero no garantizan la grandeza en el Reino de Dios, a menos que vayan acompañados de una humilde actitud de servicio, como la de Cristo.

Nuestro servicio ha de comenzar en la propia familia o comunidad religiosa. Los esposos deben ayudarse mutuamente y alentarse el uno al otro con amor. Los ministros ordenados y los que tienen votos religiosos pueden hacer lo mismo. Los padres pueden servir a sus hijos dándoles ejemplo: enseñándoles acerca del amor de Dios, la obediencia y el respeto. Los hijos pueden servir a sus padres respetándolos y obedeciéndoles, en lugar de ser rebeldes y quejarse contra ellos. Podemos servir a los necesitados de nuestras comunidades (los sin casa, los inválidos, los ancianos, los enfermos) brindándoles compañía, donándoles alimentos y ropa y compartiendo el amor de Dios. Con nuestro testimonio y nuestras oraciones podemos servir a todos los que tienen contacto con nosotros.
“Padre celestial, ayúdanos a reconocer que tú eres la fuente de todo bien y que a nosotros nos toca servir con alegría porque, al hacerlo, servimos a Cristo Jesús, nuestro Señor.”
Sabiduría 2, 12. 17-20
Salmo 54(53), 3-6. 8
Santiago 3, 16—4, 3

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario