lunes, 29 de julio de 2019

Meditación: Juan 11, 19-27

Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. (Juan 11, 27)

Cuando empezamos a pensar en Santa Marta, probablemente recordamos la historia de Marta, la “trabajadora”, y su hermana María, la “contemplativa”, que no le ayudaba en la cocina, y probablemente muchos de nosotros sentimos pesar por Marta cuando Jesús la reprende.

Pero hoy, en el día de su fiesta, leemos una historia diferente de Marta. No la vemos ocupada, quejándose ni preocupada ni ansiosa. Vemos una Marta serena, que tiene la entereza de salir al encuentro de Jesús y proclamar su fe en él, incluso en su dolor. Marta ha cambiado. Pero, ¿cómo ha sucedido esto? Ahora ella “cree firmemente.” Y nosotros podemos hacerlo también.

La fe de Marta no fue un hecho único y aislado, sino un crecimiento progresivo en la comprensión de quién era realmente Jesús y lo que significaba creer y confiar en él. En esta situación, con la enfermedad y la muerte de su hermano, la fe de Marta fue creciendo gradualmente conforme hablaba con Jesús y lo escuchaba atentamente. Ella supo que él era el Salvador enviado al mundo, y ahora confiaba en que él podría curar a su hermano enfermo, aunque no entendía por qué Jesús había retrasado deliberadamente su venida. Por eso le hizo saber a él la confusión que tenía.

Marta sabía que Lázaro resucitaría el último día, pero no estaba muy segura de lo que Jesús podía hacer “ahora mismo.” Lo que más quería ella era estar cerca de él; por eso, el Señor aprovechó la oportunidad para hablarle, con paciencia, y haciéndole preguntas para ayudarle a escudriñar su propio corazón. Y, quizás si ella misma se sorprendió de ser capaz de declarar: “Sí, Señor. ¡Creo firmemente!” Luego, corrió a buscar a su hermana para ofrecerle la misma oportunidad.

Nuestra fe se desarrolla de la misma manera: creciendo gradualmente. Jesús nos invita a confiar en él. Le expresamos la poca fe que tenemos: “Creo, Señor; ayúdame a creer más” (Marcos 9, 24) y le decimos qué es aquello que no entendemos. Entonces él nos lleva poco a poco hacia una mejor comprensión de su Persona.

¡No tengas miedo de hacerle preguntas a Jesús! Dile aquello que no tiene sentido para ti y luego haz lo que él te diga. Poco a poco, el parpadeo de fe crecerá en ti hasta hacerse una gran luz.
“Señor mío Jesucristo, creo firmemente en ti. Ayúdame, Señor, a dar el paso siguiente."
Éxodo 32, 15-24. 30-34
Salmo 106 (105), 19-23
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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