miércoles, 24 de julio de 2019

Meditación: Mateo 13, 1-9

Una vez salió un sembrador a sembrar. (Mateo 13, 3)

Hoy leemos la parábola del sembrador que esparce la semilla de la Palabra de Dios. Aquellos hombres y mujeres que se reunieron en torno a Jesús a la orilla del lago representan a los que, aceptando la palabra, van comprendiendo y entrando en el misterio del Reino de Dios. Eran, en su mayoría, trabajadores pobres, hartos de bregar con una tierra ingrata, rocosa y poco fértil, como era el suelo de Palestina.

El énfasis de la parábola, sin embargo, no está en las dificultades, sino en lo espectacular de la cosecha: el 30, el 60 y hasta el ciento por uno. Una cosecha superabundante, inimaginable. ¡Eso sí que era una buena noticia! Pero solo para los que tienen los oídos bien abiertos: “el que tenga oídos, que oiga”.

Los discípulos piden a Jesús una explicación de la parábola. Mateo, con toda seguridad, pensaba en las comunidades cristianas a las que dirigía su Evangelio y que cumplían su misión en un ambiente hostil de rechazo y persecución. Necesitaban una palabra de aliento ante el lógico cansancio y la frustración de predicar a oídos sordos, pero, sobre todo, necesitaban comprender que la causa del Reino de Dios no es un desfile triunfal, sino que lleva siempre consigo el sufrimiento y la tribulación.

Jesús conforta a sus discípulos y les asegura que ellos, al aceptar su palabra, han entrado ya en el proceso de comprensión de los misterios del Reino de Dios, lo que significa recibir abundancia sobre abundancia. A los que no aceptan el Reino de Dios, a los que “viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden”, Jesús les dirige una invitación al arrepentimiento y a la conversión.

Ésta es también la lección que Mateo quiso dar a las comunidades cristianas de entonces (y a las de hoy): el supuesto fracaso del Reino de Dios que algunos pregonan, el rechazo del mensaje y la hostilidad a sus mensajeros, más que desanimar a una Iglesia marginada y perseguida en su misión de anuncio y de denuncia, debe, por el contrario, fortificar su compromiso y su testimonio, pues es precisamente en la persecución y en la prueba donde se revela el poder y la verdad de la Buena Noticia. Como se ha dicho en muchas ocasiones, la Iglesia crece y florece sobre la sangre de los mártires.
“Señor y Salvador mío, concédeme la gracia de entender el mensaje que para mí encierran tus parábolas.”
Éxodo 16, 1-5. 9-15
Salmo 78 (77), 18-19. 23-28
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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