viernes, 16 de abril de 2021

COMPRENDIENDO LA PALABRA 160421


«Llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron»

En un abrir y cerrar de ojos, el Señor multiplicó un poco de pan. Eso que los hombres hacen en diez meses trabajo, sus diez dedos lo hicieron en un instante... Sin embargo, al hacer este milagro no pensó en su poder sino en el hambre de los que estaban allí. Si el milagro lo hubiera calculado según su poder, no nos sería posible evaluarlo; calculado según la medida del hambre de miles de personas, el milagro sobrepasó loa doce canastas. En los artesanos el poder es inferior al deseo de los clientes, no pueden hacer todo lo que éstos les piden; por el contrario, las realizaciones de Dios sobrepasan todo deseo...

Saciados en el desierto como antiguamente los israelitas por la oración de Moisés, exclamaron: «Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo.» Hacían alusión a las palabras de Moisés: «El Señor, tu Dios suscitará, de en medio de ti», no un profeta cualquiera, sino «un profeta como yo» (Dt 18,15), que os saciará de pan en el desierto. Tal como caminó sobre el mar, se apareció en la nube luminosa (Mt 17,5), y liberó a su pueblo. Ha dado María a Juan, como Moisés dio su rebaño a Josué... Pero el pan de Moisés no era perfecto; fue dado tan sólo a los israelitas. Queriendo significar que su don es superior al de Moisés y más perfecta la llamada a todas las naciones, nuestro Señor dijo: «El que coma mi pan vivirá eternamente» porque «el pan de Dios es el que baja del cielo» y es dado al mundo entero (Jn 6,51).


San Efrén (c. 306-373)
Diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Diatesaron, 12, 4-5, 11

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