sábado, 21 de junio de 2014

Espíritu Santo, Paráclito y amigo íntimo

 El Espíritu no es simplemente algo de Dios inanimado en nosotros sino que es la Persona de Dios, un amigo.

San Pablo, al dirigirse a la comunidad de los colosenses habla del amor con que el Espíritu los animaba (cf. Col 1, 8b). Lo que llama la atención es que Pablo no solamente habla de la animación del Espíritu sino del amor con que El los animaba.

El es una persona
El Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, a pesar de que aparezca como fuerza de Dios, viento animado, la palabra “espíritu”, en hebreo “ruah”, trae la idea de “viento” – es Persona de Dios que habla, escucha, mueve y sobretodo ama. Por lo tanto, el Espíritu no es simplemente algo de Dios inanimado en nosotros, sino que es su Persona que habita en nuestra intimidad. El Espíritu Santo es Paráclito, abogado , sobre todo amigo íntimo. San Pablo, profundamente íntimo del Espíritu Santo, al hablar de la animación del Espíritu a aquella comunidad no la resume a un acto mecánico e impersonal, sino que habla de la acción amorosa de alguien que ama.

Dios es mi amigo
Es interesante el profundo sentido de la personalidad del Espíritu que tenían los apóstoles. En el libro de los Hechos de los Apostoles, vemos relatada innumerables veces esa personalidad íntima del Espíritu en la Iglesia. En Hechos 13,2, el Espíritu es quien separa Bernabe y Pablo para misiones específicas. En Hechos 13,4, esos mismos misioneros son enviados por el Paráclito a Seleucia, en Hechos 21, 11, el Espíritu dice, a través de Ágapo, lo que sucedería a Pablo en Jerusalén. Pero es impresionante el relato de Hechos 16,6-8 en que el Espíritu impide a Pablo y a Timoteo a anunciar la Palabra de Dios en la provincia de Asia y no permite que ellos sigan de Mísia para Bitínia. La Iglesia primitiva entendió muy bien quien era Aquel que un día el propio Maestro al despedirse llenando de tristeza los corazones de los apóstoles, lo dejó en su lugar (Jn 16). Ellos entendieron quien era ese otro amigo (Jn 14,16) que, sería tan importante para la Iglesia.

Diosesmiamigo

El, el Consolador, es amigo fiel que habita en nosotros (1 Cor 3,16-19). Con El jamás estaremos solos pues El permancerá eternamente con nosotros (Jn 14,16). Con Dios jamás estaremos desamparados, pues El permanecerá con nosotros, estará en nosotros y nos protegerá contra los adversarios con palabras de sabiduría que nadie podrá resistir o contradecir. Por él conoceremos la verdad y tendremos acceso al Padre. En el seremos fuertes pues El es la fuerza de lo alto que nos reviste, pues somos poderosamente robustecidos por el Espíritu. El viene en auxilio de nuestra debilidad. Por el Espíritu somos libres pues donde El está, hay libertad (II Cor 3,17). Por El, el amor de Dios es derramado en nosotros, pues el Amor fue derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos fue dado (Rom 5,5). En fin, por El nos volvemos Hijos de Dios pues todos los que son conducidos por el Paráclito son hijos del Señor. El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom 8, 14.16).

Para quien desea amor
El Espíritu Santo es la personificación del amor entre el Padre y el Hijo, conforme el II Concilio Ecuménico de la Iglesia en Constantinopla, en el año 381. El es el amor con que se ama el Padre y el Hijo. Por eso dice San Bernardo: ” ¿Qué es el Espíritu Santo, si no el beso que cambian entre sí el Padre y el Hijo?. El es el amor entre el Padre y el Hijo, por lo tanto entre Dios y Dios. ¡Qué cosa maravillosa pensar que el amor entre Dios y Dios habita en nosotros! La percepción clara del misterio en el cual el Amor personificado habita en nosotros hace que todo cambie, y todo lo que deseamos es ser amados y amar. Si del fondo del corazón entendiésemos que el propio amor nos ama y ama en nosotros, dejaríamos de mendigar amor. ¿Qué más podemos querer, desear, que soñar con la certeza de que el Amor nos ama y ama en nosotros para siempre? Teniendo el Amor tan cerca y tan seguro, somos verdaderamente libres para vivir y amar. Ahí somos libres para responder a los más locos llamados de Dios, somos libres para el perdón, para la humillación,para la paciencia y para el servicio. Somos libres de todo lo que fue y de todo lo que será pues la felicidad es segura y habita en nosotros.

Cuiden la Promesa en ustedes
“Yo he venido a prender fuego en el mundo y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49). Sin duda, Jesús se refería al Espíritu Santo, el fuego que descendió en Pentecostés. Desde cuando el Padre sacó a Abraham de su tierra para constituir un pueblo, El soñaba con que el Espíritu descendiese al hombre. Por eso, Jesús, el Hijo de Dios, tanto deseó Pentecostés, y su ministerio no fue sino la misión de darnos el Espíritu Santo, el fuego del cielo (Lc 12, 49). El Paráclito es la promesa del Padre (Lc 24,49a; Hechos 1,4.2, 23-39), es grande la promesa hecha, desde la antigua alianza por los profetas y realizada por Cristo en el día de Pentecostés.

Promesa de Dios, riqueza de los hombres. Sepa: El está en ti y te llama a abrirse a su amistad. El está en ti, en su intimidad. El conoce todo y todo lo puede. El sana, libera, enseña, ama, es vida en abundancia. Conversa con Dios, adóralo en ti, cuentale tus dolores, pídele protección. La única cosa que el Señor te pude es que :” no lo entristezcas” (Ef 4, 30a).

Cristiano, recuerda que Dios está en ti. Cuidemos el Espíritu que habita en nosotros. Prestemos atención a los lugares, programas palabras, hobbies, conversaciones, músicas, que entristecen al Espíritu que habita en nosotros. Aquí hay algo absolutamente importante: o amamos el Espíritu en nosotros y descubrimos cuán libertador es su poder, y cuán sanadora es Su fuerza y cuan sublime y maravillosa es su amistad, o a pesar de tenerlo en nosotros, continuamos atrapados en el mundo mendigando cualquier amor por ahi.
Ya pasaron dos mil años del cumplimiento de la promesa en Pentecostés. Sin embargo, muchos son los que continúan esperando diciendo que las cosas no son así. El Espíritu mismo es quien clama: “No esperes más, la gracia es para todos, ábrete a Mi amistad y conocerás la verdadera libertad de ser Hijo de Dios”.

André L. Botelho de Andrade
Casado, padre de tres hijos. Con formación en teología y filosofía Tomista, Fundador y moderador general de la comunidad Católica Pantokrator

fuente: Portal Canción Nueva

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