viernes, 30 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 10, 13-16


San Jerónimo

El que los escucha a ustedes, a mí me escucha. (Lucas 10, 16)

Jesús acababa de dar instrucciones a sus discípulos para la misión que les encomendaba y les advertía que ciertos pueblos no los acogerían, porque algunos ya lo habían rechazado a él. Esos pueblos recibirían un castigo severo por no haber aceptado el mensaje de la salvación.

Cristo había venido a comunicar al pueblo la verdad de que Dios les ofrecía vida y paz; ahora enviaba a sus discípulos a ser sus portavoces, de modo que aceptar o rechazar el mensaje que ellos anunciaban equivalía a aceptar o rechazar a Dios mismo. Quienes escucharan la predicación tendrían que tomar la decisión más importante de su vida, ya que su destino eterno dependería de su respuesta.

El Señor pronunció una lamentación por lo que les tocaría sufrir a las ciudades que ya lo habían rechazado y eso debe haberles infundido un profundo sentido de responsabilidad a los discípulos por la tarea que el Señor les encomendaba.

Los creyentes de hoy, que formamos el Cuerpo de Cristo, compartimos el llamado a “propagar el Reino de Cristo por toda la tierra” (Catecismo de la Iglesia Católica, 863). Cada cual tiene su campo particular de misión allí donde está: la familia, el lugar de trabajo, el vecindario. Lo que suceda con las personas con quienes vivimos y trabajamos es muy importante para Dios y, por eso, a fin de que estemos bien equipados y preparados para una misión tan importante, Jesús nos ofrece su ayuda mediante la acción del Espíritu Santo, que se hace presente en la oración, la reflexión en su palabra y su presencia en la Sagrada Eucaristía (véase CIC, 864).

¿Conoces a alguien que se ha alejado de Dios? Nunca es demasiado tarde para intentar evangelizarlo. Ora por quienes sabes que han abandonado la fe; intercede para que el espíritu de revelación actúe en la vida de esas personas. Intercede por ellas y líbralas de las garras del maligno. Si te parece que Dios te pide que les des testimonio, hazlo con amor, tacto y comprensión, y sin presiones; demuéstrales que el Evangelio es el mensaje más esperanzador y poderoso que hay en el mundo.
“Jesús, Señor y Salvador mío, concédeme el deseo de trabajar para que muchas otras personas te conozcan. Quiero ser instrumento tuyo para que otros hombres y mujeres entren en tu Reino.”
Job 38, 1. 12-21; 40, 3-5
Salmo 139(138), 1-3. 7-10. 13-14

fuente: devocionario católico la palabra con nosotros


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