miércoles, 28 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 9, 57-62


San Wenceslao o San Lorenzo Ruiz y Campañeros

Cuando Jesús nos dice “Sígueme”, casi podemos escuchar que también nos dice “Deja atrás a todos los que se niegan a seguirme; abandona todo lo que sea un obstáculo y no mires atrás.” Esto suena un poco drástico, pero en realidad Jesús no vino a darnos una vida fácil, sino una vida recta; vino a librarnos de la esclavitud del pecado, a quitar el sentido de culpa por nuestro pasado y concedernos una nueva visión para un futuro glorioso. Todas las promesas del Evangelio se hacen válidas cuando decidimos seguir a Cristo.

En efecto, por esa sola decisión, ratificada una y otra vez, abrimos el corazón para recibir toda la gracia, el gozo y la esperanza del cielo. Un simple y sincero “Sí, Señor mío” nos lleva a la vida de la libertad, en la cual Dios levanta el peso de la culpa, la incertidumbre o el desánimo que nos han agobiado por mucho tiempo y nos comunica la seguridad inquebrantable de su amor.

Tenemos, por ejemplo, la vida de la Santa Madre Teresa, recién canonizada, que le dijo “sí” al Señor. Ese “sí” la llevó de su ciudad natal en Albania (ahora parte de Macedonia) a la escuela de un convento y luego a las calles de Calcuta, una vida nada fácil ni cómoda. Su apostolado en Calcuta, atendiendo a los más pobres de los pobres, a los enfermos y moribundos, fue para ella el cumplimiento de la vocación que desde joven le dio el Señor, pero lo que la mantuvo activa y sin desfallecer fue su fe inquebrantable. Hacer la voluntad del Señor era para ella fuente de alegría y felicidad.

Seguir a Cristo significa escoger el camino angosto. No es un camino fácil, pero no imposible en el que nunca brille el sol. Es cierto que a veces el sendero angosto nos atemoriza, pero Dios está con nosotros y con él todo es posible. Si avanzamos por ese camino, siempre encontraremos la gracia necesaria en el momento preciso y en la medida correcta. Jesús, por medio del Espíritu Santo, se preocupará de eso, porque él quiere que todos salgamos victoriosos.
“Sí, Señor y Dios mío, te seguiré hoy y todos los días de mi vida. Muéstrame tus caminos, Señor, y enséñame tus senderos, para que donde tú vayas yo vaya también contigo. A partir de hoy no quiero seguir la guía de nadie sino la tuya.”
Job 9, 1-12. 14-16
Salmo 88(87), 10-15

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotro

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