jueves, 22 de septiembre de 2016

RESONAR DE LA PALABRA 22092016

Evangelio según San Lucas 9,7-9. 
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado".
Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado".
Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.

RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Torres cmf

      La primera lectura de este día es bien conocida por todos. En una u otra ocasión la hemos usado para expresar un cierto pesimismo sobre nuestra propia vida y la vida del mundo que nos rodea. Es algo así como decir “todo da lo mismo, ¿para qué preocuparnos? ¿para qué esforzarnos? Por mucho que trabajemos no vamos a lograr cambiar las cosas.” Y nos quedamos tan tranquilos y descansados. Si nos viene alguno con ganas de cambiar las cosas, de intentar algo nuevo, siempre podemos decirle que eso ya se intentó hace diez o veinte años o siglos –¿qué más da?– y no se consiguió nada. 

      La actitud de Herodes en el Evangelio tiene un punto de parecido con esta primera lectura.  Herodes siente que ya ha dejado todo atado y bien atado en su reino. Ha puesto orden entre su gente. Todos reconocen su autoridad. Las cosas suceden como deben suceder. Y él se puede dedicar a vivir y disfrutar de su reinado. Dar banquetes, encontrarse con los amigos, salir a cazar... lo que han hecho muchos reyes y poderosos a lo largo de la historia. Nada nuevo. En su memoria tiene el recuerdo de uno, Juan Bautista, que le revolucionó un poco el reino, que le sacaba de sus casillas con las cosas que le decía, que le criticaba y ponía al aire sus vergüenzas –esas vergüenzas que guarda en lo escondido casi siempre el poder y que no quiere que nadie le descubra–. Pero aquel problema lo solucionó de una forma radical. Primero, lo metió en la cárcel y luego lo mandó cortar la cabeza. A partir de aquel momento su reino se transformó en una balsa de aceite. Nadie más volvió a osar levantar la voz. No hay nada mejor que un buen escarmiento a tiempo. 

      Por eso, le sorprende tanto ahora la presencia de Jesús. Le empiezan a llegar voces de que hay alguien predicando el reino de Dios. Dice que todos somos iguales, todos hijos e hijas de Dios, denuncia las injusticias de los poderosos, está cerca de los pobres y de los que sufren. Sus palabras y sus acciones plantean un cambio radical en la sociedad. Jesús le está rompiendo el orden social, le está revolviendo el patio, le está sacando de sus casillas. Va a tener que dejar su vida cómoda para poner de nuevo orden en su reino. 

      Herodes se sorprende de que alguien levante la voz después del escarmiento que hizo con Juan Bautista. ¿Cómo osan? ¿Cómo se atreven? Dice el Evangelio que quería ver a Jesús. Seguro que no era con buenos fines. 

      La realidad es que Jesús era la respuesta de Dios al grito de su pueblo, de los pobres. La verdad es que en este mundo no da todo lo mismo. La verdad es que Dios nos tiene preparado un mundo nuevo, el reino. Y que ese reino se está ya construyendo. Es la tierra nueva y el cielo nuevo de que habla el Apocalipsis. Por mucho que algunos se empeñen en que este mundo es como es y no cambiará nunca. No es verdad. Dios siempre escucha el clamor de su pueblo que pide justicia (éste sería un buen momento para releer el “Magnificat”).

Fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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