jueves, 22 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 9, 7-9


“Tenía curiosidad de ver a Jesús.” (Lucas 9, 9)

El rey Herodes quería conocer a Cristo. A nosotros también nos conviene conocer la respuesta, porque sabemos poco de él. ¿Lo conocemos realmente? Desde antes de crearnos, Dios quiso que tuviéramos una relación personal y directa con su Hijo, un deseo al que jamás ha renunciado. Al Señor le gusta mucho dar a conocer su amor, su plan y su propio ser a cuantos se entregan en sus manos.

¿Cómo se puede reflexionar sobre Dios, que es invisible? Si miramos a nuestro derredor podemos ver que por todas partes hay señales de él. Por ejemplo, San Pablo escribió: “Pues las perfecciones invisibles de Dios… resultan visibles desde la creación del mundo para quien reflexiona sobre sus obras” (Romanos 1, 20) y el salmista declara: “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos” (Salmo 19, 1). En efecto, contemplando el firmamento de noche o caminando por un bosque o un parque se puede percibir mucho de la bondad y el amor de Dios.

San Francisco Fenelón, nacido en Francia en 1651, dedicó su vida a meditar en las verdades de Dios y enseñaba a otros a hacer lo mismo. La mayor parte de su tiempo la dedicaba a cuidar a los pobres, los enfermos y los pecadores, y a educar al nieto del rey Luis XVI preparándolo para asumir el trono de Francia. Sin embargo, ya fuera que estuviera en medio de la corte real o en los barrios más pobres de Francia, Fenelón usaba su influencia para enseñar lo valioso que es pensar en Dios en todo momento.

Estaba muy consciente de las presiones del diario vivir, pero siempre decía: “No deben esperar a tener tiempo libre, porque basta con cerrar la puerta y no ver a nadie… Inmediatamente eleven el rostro a Dios con sencillez y confianza. Dondequiera que los lleve el Señor, allí lo encontrarán, en la actividad más agitada y también en la oración más apacible.” Dejemos, pues, de lado todo el bullicio de noticias, imágenes e información que nos llega diariamente y pidámosle a Cristo que nos permita conocerlo personalmente. Esto nos transformará.
“Oh, Dios mío, te busco de todo corazón. Tengo hambre y sed de ti. Estoy tocando a tu puerta, Señor; ábreme para que me des acceso a tu amor y tu vida, porque sin ti no puedo hacer nada.”
Eclesiastés 1, 2-11
Salmo 90(89), 3-6. 12-14. 17

fuente:Devocionario católico la palabra con nosotros

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