sábado, 24 de marzo de 2018

¿DIOS NO PODRÍA HABER PERDONADO A LOS ÁNGELES?

SATANÁS: DE LA EXCELENCIA A LA PLENA DEFORMIDAD - Parte VIII
¿DIOS NO PODRÍA
HABER PERDONADO
A LOS ÁNGELES?




Después de ver como aconteció la caída de los Ángeles y su transformación en Demonio, ciertamente pasó por nuestra cabeza que, una vez que Satanás vio su error, vio su derrota frente a Dios y a los Ángeles de Dios, vio que se deformó en tinieblas; ¿no podría entonces haberse arrepentido y volver atrás en su decisión?

¿Y si el Demonio se arrepintió, podría Dios haberlo perdonado y restablecido en su puesto como un Ángel de Luz nuevamente?

Lo que nos enseña la Iglesia en este sentido es que, si el Demonio se hubiese arrepentido, ciertamente Dios lo habría perdonado, pues Dios es amor, y es amor siempre.

Pero la realidad es que el Demonio no se arrepintió y ni se arrepentirá de sus errores y de su rebelión; y continua hasta los días de hoy, ininterrumpidamente, con su pecado de soberbia y mentira, atacando a los hijos de Dios para hacerlos caer.

Dos realidades lo hacen no arrepentir y volver atrás de sus errores:

La primera es la realidad de que los Ángeles, por ser criaturas espirituales, están dotados de una lucidez y de una inteligencia desproporcionada y superior a los hombres. Eso significa que, cuando hacen una elección, la hacen con tamaña fuerza interior, libertad y claridad que es imposible volver atrás de esa opción.

La segunda razón es que, una vez que el Demonio, en su voluntad y libertad, no quiere aceptar a Dios, y en verdad Lo rechaza y Lo desprecia, no podría existir sobre él la gracia de Dios que lo conduzca al arrepentimiento. De este modo será imposible que él se arrepienta, pues la contrición de corazón y el arrepentimiento son una acción de gracias de Dios sobre la criatura.

Por lo tanto, podemos decir que Dios es capaz de perdonar cualquier pecado, pero no puede perdonar a un Demonio pues la ley que el propio Dios estableció fue que el perdón es dado a aquel cuyo corazón se arrepintió; luego, como un Demonio jamás se arrepentirá, jamás habrá perdón para él.

Entiende que no es Dios quien no es capaz de perdonar, sino que está en la voluntad del Demonio no querer arrepentirse y volver.

San Juan Pablo II, en un discurso dado el 23 de julio de 1986, hizo esta afirmación sobre la caída de los Ángeles:
Con base en su libertad creada, hicieron una opción radical e irreversible, del mismo modo como los Ángeles buenos hicieron, pero diametralmente opuesta: en vez de una aceptación de Dios llena de amor, le opusieron un rechazo inspirado en un falso sentido de autosuficiencia, de aversión y hasta de odio que se convirtió en rebelión.
¡Por lo tanto, San Juan Pablo II afirma que fue una opción radical e irreversible!

El catecismo de la Iglesia Católica es también muy claro al respecto:
Es el carácter irrevocable de su opción, y no una deficiencia de la infinita misericordia divina, que hace que el pecado de los Ángeles no pueda ser perdonado. (CIC 393)
En este número del Catecismo existe una cita de San Juan Damasceno que afirma:
No existe arrepentimiento para ellos (Demonios) después de la caída, como no existe para los hombres después de la muerte. (Damasceno, S. Juan De fide orthodoxa 2,4)
El catecismo continua:
Esta “caída” consiste en la opción libre de esos espíritus creados, que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino” (CIC 392)
Por lo tanto, podemos afirmar que los Demonios escogieron para siempre lo que conocían con convicción.

Diferente de los hombres y de su naturaleza ya manchada por el pecado original, estos sí pueden arrepentirse y volver atrás de sus decisiones; pues no hay en los hombres tal claridad y lucidez sobre las realidades de Dios y del mundo espiritual que los rodea.

Una vez enraizadas en el hombre las consecuencias del pecado original, el acaba siendo condicionado e influenciado por sus propias pasiones y limitaciones, posición esta que lo limita en sus decisiones y percepciones.

Santo Tomás de Aquino nos enseña que, diferentemente de los Ángeles, los hombres no pueden tornarse buenos o malos en un único y preciso momento, pero este camino es hecho lentamente, elección sobre elección, delante de los hechos que se hacen, de las diversas posibilidades que se presentan.

Es exactamente por eso que, a pesar de la gravedad del pecado de Adán y Eva, su error no mantiene a los hombres en un estado de caída eterna, sino que se abrió a los mismos -y a toda la humanidad- una posibilidad de un camino de arrepentimiento y perdón.

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