viernes, 23 de marzo de 2018

Meditación: Juan 10, 31-42

Cuando Jesús terminó de hablar, los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
Juan 10, 31


Explicando el pasaje que declara “Yo dije que ustedes son dioses” (Juan 10, 34), Jesús afirmaba que si era posible decir que los que formaban el pueblo de Dios eran “dioses”, ¡cuánto más él, el Hijo Unigénito de Dios, debía ser llamado “Dios”. Pero el Señor no se limitó a explicar un pasaje de la Biblia hebrea, sino que demostró que él es el intérprete supremo del texto sagrado. En efecto, siendo el Verbo Encarnado, Cristo tiene la comprensión perfecta y absolutamente digna de confianza de la Sagrada Escritura.

Durante todo su ministerio, Jesús no cesó de dar vida al texto bíblico en beneficio de su pueblo. Gran parte de su Sermón de la Montaña (Mateo 5 a 7) es un comentario sobre diversos pasajes, en el que revela una nueva dimensión del corazón del Padre: “Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal —les decía Jesús— pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal” (5, 21. 22). De este modo hace pasar la atención de sus oyentes de las cosas externas, como matar, a la condición del corazón, demostrando así lo mucho que Dios anhela transformarnos, y no se limita a decirnos lo que no hemos de hacer, sino que desea darnos un corazón nuevo, sin cabida para ideas de violencia ni condenación.

Sin la unción del Espíritu Santo, el texto bíblico se reduciría a una obra maestra de literatura antigua, desprovista de toda fuerza para sus lectores de hoy. Pero la Palabra de Dios es viva y eficaz. Una vez que se hace real y palpable, es capaz de renovar el corazón, la mente y la conducta de quien la medita con sencillez y apertura.

El poder del Espíritu Santo nos ayuda a entender la Escritura y ella, como Palabra de Dios, nos capacita para conocer a Dios de un modo mucho más profundo de lo que jamás pudiéramos imaginarnos. Lee, hermano, y medita en la Palabra de Dios, pidiéndole al Espíritu Santo que te conceda una revelación más de Cristo y del plan de salvación, para que tu vida se transforme para siempre. Inténtalo una y otra vez y no te arrepentirás, te lo aseguro.
“Gracias, Padre mío, por el don de tu Palabra. Espíritu Santo, haz que las verdades vivificantes que leo en la Escritura penetren en mi corazón, formen mi conciencia y me conduzcan a la salvación.”
Jeremías 20, 10-13
Salmo 18(17), 2-7

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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