martes, 27 de marzo de 2018

Meditación: Juan 13, 21-33. 36-38

Uno de ustedes me va a entregar.
Juan 13, 21


Cuánto le habrá dolido al Señor el saber que un amigo y discípulo suyo lo iba a traicionar. Un poco antes, en la sinagoga de Cafarnaúm, cuando Jesús declaró que él era el pan de vida, muchos de sus seguidores lo abandonaron (Juan 6, 53. 66). San Juan nos dice que Jesús ya sabía que Judas lo traicionaría (6, 70-71) y más tarde, en la Última Cena, da a entender que tenía la esperanza de que Judas desistiera de sus planes.

Al parecer, Judas estaba presente cuando Jesús ofreció a sus discípulos el pan y el vino de su Cuerpo y su Sangre (Lucas 22, 19-21), de modo que Judas también habría recibido la primera Eucaristía. Sin embargo, éste no abandonó sus intenciones y siguió adelante con su fatídico plan.

El caso de Judas es un ejemplo atroz de lo crucial que es tener una buena disposición hacia Cristo, especialmente cuando recibimos la Sagrada Eucaristía.

¿Te imaginas, hermano, cómo se habrá sentido Jesús cuando miraba a Judas en la Última Cena? ¿O cuando lo veía murmurando contra él o hurtando calladamente el dinero de la bolsa común de los discípulos? Se debe haber sentido muy dolido. ¡Uno de sus propios discípulos lo estaba traicionando! Uno de ellos había rechazado sus enseñanzas y sus instrucciones y prefería hacer su propia voluntad. ¡Quién sabe si el Señor habrá derramado lágrimas de dolor por la incredulidad de Judas! ¡Qué estaba pensando éste! ¿Cómo pudo hacer algo tan malo?

Y así como Cristo miraba a Judas, también nos mira a nosotros y nos pregunta: “¿Qué piensas tú de mí? ¿Soy yo para ti el pan vivo que te trae la vida, o soy nada más que una opción entre otras que puedes escoger?”

Tengamos todos esto bien en claro: ¡Jesús es nuestro Señor y Salvador y nadie más puede darnos la salvación. Y la Sagrada Eucaristía es él en persona que nos da la vida eterna. Tengamos, pues, siempre que vayamos a comulgar un corazón bien dispuesto y abierto al Señor, como el de San Pedro, que dijo: “Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6, 68-69).
“Amado Señor Jesús, concédeme la gracia de tener un corazón dócil para llegar a ser la Eucaristía que consumo.”
Isaías 49, 1-6
Salmo 71(70), 1-6. 15. 17
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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