martes, 30 de octubre de 2018

SABOREANDO EL DULCE SABOR DE VIVIR

SABOREANDO EL DULCE SABOR DE VIVIR
Nada de desperdiciar el tiempo con lo que no conviene y no nos edifica. Usemos nuestro tiempo para hacer el bien y sembrar la esperanza.
Que no sea muy tarde para percibir cuánto tiempo perdemos en esta vida implicando a las personas sin necesidad y gastando nuestras energías en trivialidades. Muchas veces perdemos nuestro tiempo hablando sobre la vida ajena y dejamos de cuidar la nuestra. Desperdiciamos momentos preciosos alimentando intrigas, sembrado rivalidades y escuchando cosas inútiles que no edifican nuestro vivir. Desgastamos nuestra salud y nuestro pobre corazón con resentimientos estériles, heridas del pasado y sentimientos deplorables.






















Que el tiempo que nos resta por delante sea para saborear el dulce sabor de vivir. Para hablar de cosas buenas, útiles y agradables. Para sonreírnos a carcajadas de nuestros propios errores y boberías. Que aprovechemos nuestro tiempo para oír a quien necesita de un oído amigo para hablar de sus dolores y sufrimientos. Que apliquemos nuestras fuerzas en plantar semillas de bondad, de ternura y de gestos que parecen insignificantes, pero que están llenos de vida: la sonrisa cautivante, el abrazo repleto de puro afecto o el apretón caluroso de mano.

Que podamos encontrar tiempo para llamar a un viejo amigo que parece distante, pero del cual tenemos nostalgia, solo para decirle cuánto el nos hace falta. Que encontremos tiempo para una visita sin interés a personas que viven entre la soledad y la amargura y para las cuales nuestra presencia amorosa puede marcar la diferencia. Que podamos llorar, sonreír, jugar mucho, y por encima de todo, agradecer inmensamente a quien nos dio la oportunidad de vivir.

Una criatura que vive apenas algunos años saborea más la vida que aquella que vive hace un siglo, pero que solo mira la vida a través del prisma de la tristeza o del fracaso. La criatura, independientemente de la condición social, no materializa la maldad humana, cosa propia de los adultos, que algunas veces viven mas para el mal que para el mismo bien.

En fin, que nos quede tiempo para invertir en la generosidad, en la solidaridad, y no ahorremos energías para construir puentes de amor y de amistad entre las personas. Existen demasiados hombres y mujeres en el mundo construyendo muros, barreras y sembrando enemistades. ¡Que el tiempo que nos resta sea para hacer la diferencia!
Que los niños nos enseñen cuán bella es la vida y que no necesitemos llevar todo a los extremos del contra viento y marea.
P. Roger Araujo
Repensando la vida. Reflexiones simples como simple debe ser la vida.
Pag. 47 - Editora Canção Nova

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