lunes, 15 de julio de 2019

Meditación: Mateo 10, 34–11, 1

Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí (Mateo 10, 40)



Hermano, recuerda esta verdad: tú eres un embajador de Cristo. Cuando alguien se encuentra contigo, entra en contacto con Jesús.

Esta verdad lo lleva a uno a reconocer su propia pequeñez, pero hay otra que tiene un efecto parecido: Jesús también está presente en todas las personas con quienes te encuentras cada día. Tal vez tú ya esperas que el Señor se manifieste en tu vida por medio de tus amigos y familiares, pero eso no le basta. Cristo te ama tanto que te sale al paso en cualquier situación o circunstancia, pues está presente en las personas con quienes hablas o alternas diariamente, como un compañero de trabajo, el cajero del supermercado o el conductor del autobús.

También está en las personas que nunca has conocido, como el vecino de la otra cuadra o el que echa gasolina detrás de ti. Está incluso en aquellos con quienes no te llevas bien o que llevan una vida censurable, según tus estándares. ¿Estás dispuesto a aceptarlos también?

Acoger a Cristo no significa que uno deba invitar a cada persona que encuentre a tomar un café o a cenar. Simplemente significa estar atento; significa tratar de ser receptivo y cortés con aquellos con quienes haya en tu camino; significa no dejarte llevar por la primera impresión que tengas y poner atención a lo que digan y hagan. Y en el caso de que alguien te cause incomodidad o irritación, significa al menos tratar de estar dispuesto a disculparlo y aceptarlo.

La iglesia es un lugar perfecto para que esto suceda. Aun cuando tenemos una fe común, no todos compartimos las mismas opiniones. O sea, puedes encontrarte en Misa con alguien que no comparta tu tendencia política, o que parece que nunca le sonríe a nadie, o cuya vestimenta no te parece correcta. Si alguien te hace sentir incómodo, respira hondo y procura escuchar lo que dice y pregúntale al Señor qué te quiere decir a través de esa persona.

Si no te causó buena impresión el nuevo miembro de la parroquia que acabas de conocer, alguien con quien no te parece tener nada en común, tranquilízate y deja que Jesús te sorprenda. Nunca olvides que al Señor le gusta pillar a los suyos “con la guardia baja” y hablarles a través de mensajeros “inesperados”.
“Amado Jesús, concédeme la gracia de verte en todas las personas con las que me encuentre hoy.”
Éxodo 1, 8-14. 22
Salmo 124 (123), 1-8
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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