sábado, 20 de febrero de 2016

Cerco de la Misericordia - 2º Enseñanza


CERCO DE LA MISERICORDIA
Parroquia San Miguel Arcángel
2º VIERNES 19 FEB - Enseñanza impartida por el p. Leonardo Mathieu
JESÚS, Rostro de la misericordia

2- Dar de BEBER al sediento.
Segunda obra de misericordia en Mt 25, 35.
“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed” (Jn 19, 28). La sed de Jesús, tormento terrible para los condenados a la cruz, recuerda la angustia mortal del Salmo (69, 22): “En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre”. Tiene además un sentido más profundo que va ligado al ardiente deseo de Jesús de volver al Padre, según la invocación de los salmistas: “Oh Dios!... estoy sediento de ti” (Sal 63, 2) y “Tengo sed de Dios, del Dios vivo, ¿Cuándo entrare a ver el rostro de Dios?” (Sal 42, 3), que resuena en la fuerte petición de ¡Dame de beber! (Jn 4, 7), dicha a la samaritana por el mismo Jesús.

El agua, además, encierra en la biblia un significado simbólico. Así, el agua que brotó de la roca del desierto significa el don que Dios hace a su pueblo escogido (cf. Ex 17, 1-7; Num 20, 1-13) A su vez, el agua pasa a ser un símbolo del mismo Dios en la preciosa plegaria del Salmo 42, 2s: “ Como busaca la cierva las corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”, o en el texto profético de Jer 2, 13: “Mi alma tiene sed de Dios, me abandonaron a mí, fuente de agua viva” (cf. Is 12, 2s; Jer 17, 13).

En el Nuevo Testamento se recordara que el ministerio apostólico comporta dificultades y tribulaciones, entre las que se encuentran “el hambre y la sed” (1 Cor 4, 11; 2 Cor 11, 27). Por eso, el dar de beber, aunque sea solo un vaso de agua a los discípulos enviados por el Señor (cf. Mt 10, 42; Mc 9, 41), es un gesto que no será olvidado por el Señor. No es extraño, en este contexto, que en apocalipsis se formule una enseñanza de liberación en estos claros términos: “Ya no pasan hambre ni sed, no le hará daño el sol ni el bochorno” (Apoc 7, 16).

De igual modo es importante el simbolismo del agua que encuentra su pleno significado en el bautismo cristiano. En efecto, al igual que el agua, también el bautismo purifica, ya que, “no es la purificación de una mancha física, sino la petición a Dios de una buena conciencia, por la resurrección de Jesucristo” (1 Ped 3, 21). Por esto, el bautismo es concebido como “el baño del nuevo nacimiento y la renovación del Espíritu Santo” (Tit 3, 5; cf. Jn 3,5). El Bautismo, además, puede verse simbólicamente anunciado en el “agua” que salió del costado de Jesús crucificado (cf. Jn 19, 34) de acuerdo con la interpretación de diversos Padres y teólogos relevantes (particularmente San Agustín y Santo Tomas de Aquino), perspectiva recogida por la Lumen Gentium 3, cuando trata del comienzo de la Iglesia citando precisamente Jn 19, 34.

El tema del agua y de la sed de agua aparece significativamente en el Mensaje al Pueblo de Dios del Símbolo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” de 2012, donde se describe el momento presente a partir de la exclamación de la samaritana: “Señor dame de esa agua: así no tendré mas sed” (Jn 4,15).

El inicio de este Mensaje al Pueblo de Dios dice así:
“Nos dejamos iluminar por una página del Evangelio: el encuentro de Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4, 5-42). No hay hombre o mujer que en su vida, como la mujer de Samaría, no se encuentre junto a un pozo con un cántaro vacío, con la esperanza de saciar el deseo más profundo del corazón, aquel que sólo puede dar significado pleno a la existencia. Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre, pero conviene hacer discernimiento para evitar aguas contaminadas. Es urgente orientar bien la búsqueda, para no caer en desilusiones que pueden ser ruinosas.
Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo su Espíritu es el agua que da la vida verdadera y eterna. Sólo Jesús es capaz de leer hasta lo más profundo del corazón y desvelarnos nuestra verdad: «Me ha dicho todo lo que he hecho», confiesa la mujer a sus vecinos. Esta palabra de anuncio —a la que se une la pregunta que abre a la fe: «¿Será Él el Cristo?»— muestra que quien ha recibido la vida nueva del encuentro con Jesús, a su vez no puede hacer menos que convertirse en anunciador de verdad y esperanza para los demás. La pecadora convertida deviene mensajera de salvación y conduce a toda la ciudad hacia Jesús. De la acogida del testimonio la gente pasará después a la experiencia personal del encuentro: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo».” (Mensaje al Pueblo de Dios N°1)

Para concluir esta obra de misericordia, es bueno recordar aquí unas palabras de la más reciente encíclica del Santo Padre francisco, “Laudato Si´”. Cuando trata sobre la cuestión del agua. Para iniciar la reflexión el Papa constata que pueblos enteros, y especialmente los niños, enferman y mueren por beber agua no potable, mientras continúa la contaminación de las láminas acuíferas a causa de las descargas realizadas por fábricas y ciudades. Por esta razón afirma:
“el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable.” (LS N° 30)

DAR DE BEBER AL SEDIENTO: Dar un vaso de agua es fácil y es bonito. Saciar otra sed más profunda es difícil. Saciar la sed definitivamente: es imposible. Pero alguien puede hacer brotar de las entrañas una fuente de agua viva, gozosa, inagotable. Tú puedes ayudar a hacer posible el milagro del agua.

2- Dar Buen consejo al que lo necesita.
La tradición bíblica pone de relieve la importancia del consejo de esta manera: “La salvación está en un gran número de consejos” (Prov. 11,14); “El consejo del sabio es como una fuente de vida” (Eclo. 21,13); y: “Los sabios espirituales brillarán como el fulgor del firmamento” (Dn. 12,3)

Pero ¿dónde está el criterio para dar un buen consejo?... He aquí las palabras del sabio Ben Sirá que apuntan a la cuestión de la verdad y a la importancia de que la conciencia recta vaya en su búsqueda:
“13 Déjate llevar por lo que te dicta el corazón, porque nadie te será más fiel que él:14 el alma de un hombre suele advertir a menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura.15 Y por encima de todo ruego al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad.” (Eclo. 37,13-15)

En un texto paradigmático, Blaise Pascal (1623-1662) presenta con claridad la fuerza de la razón, tanto cuando duda como cuando sabe aceptar su límite de no poder ir más allá. En definitiva, lo que se juega aquí es el ejercicio de la libertad, dejándose aconsejar para discernir la verdad. Pascal sabe responder con un delicado equilibrio:
“Hay que saber dudar donde es necesario, aseverar donde es necesario, someterse donde es necesario. Quien no lo hace no escucha la fuerza de la razón. Los hay que pecan contra esos principios, o bien aseverándolo todo como demostrativo, por no entender de demostraciones; o bien dudando de todo, por no saber dónde hay que someterse; o bien sometiéndose a todo, por no saber a dónde hay que juzgar” (Pascal, “Pensamientos”, n° 268)
Si miramos el momento presente, podemos decir que quizá lo más urgente hoy es aconsejar provocando interrogantes, sobre todo cuando está en juego el sentido de la vida y el futuro, con:
“las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué hay después de ésta vida?” (FR N°1)

DAR CONSEJO AL QUE LO NECESITA: Da un consejo, pero sin paternalismo. Da un consejo, pero cuando el otro te lo pida o lo quiera o de verdad lo necesite. Da un consejo, pero siempre que estés tú dispuesto a recibirlo. Un buen consejo, una palabra orientadora, puede ser luz en la noche, puede ahorrar muchos tropiezos y caídas, puede salvar una vida del fracaso y de la desesperación.

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