lunes, 22 de febrero de 2016

Don de lágrimas


DON DE LÁGRIMAS

Existen personas que tienen el don de consolar y de llevar la belleza por donde ellas pasan... parece que cargan en la boca un pedazo de cielo y sus rostros tienen la claridad y el frescor de una mañana de sol. No nos engañemos: se volvieron así a costa de muchas lágrimas. Se formaron en la escuela del sufrimiento. Son frascos de perfume que, quebrados por la vida, exhalan la más encantadora fragancia: el amor.
La Palabra de Dios habla de un tipo de oración realizada entre "lágrimas" que es poderosísima. Eso por tratarse de un don del Espíritu Santo. Es una oración eficaz que Dios atiende prontamente. Por eso está escrito: "Roguemos al Señor con lágrimas que nos conceda su misericordia como le parezca para que así como se perturbó nuestro corazón con el orgullo de los enemigos, del mismo modo encontremos gloria en su humillación" cfr. Judit 8,17. Dios tiene el poder de transformar en victoria la humillación que vivimos en el momento presente. Llorar nos vacía en la presencia del Señor y, cuando un corazón está vacío de sí mismo, Dios lo llena. Es la humildad que atrae al Señor a nuestro encuentro.
En el don de lágrimas, Dios cura el corazón herido por el pecado, lo purifica y lo fortalece contra todo mal y toda tentación. Se trata de un favor, un don que Dios concede de gracia, un beneficio que Él da y que tiene el poder de liberar a la persona. Ese don tiene la fuerza de devolver felicidad a los que se perdieron de Dios y bucean en las tinieblas de la tristeza. Es una gracia especial y firme de intercesión que actúa en nosotros para salvar a las personas.
Por increíble que parezca, cuando hablo del "don de lágrimas", veo que muchas personas se sorprenden. No sabían de su existencia. No lo conocían como un don. Pero, aún sin saber de ellas por su nombre, muchos cristianos, en el mundo entero, lo conocen muy bien, porque lo poseen y lo viven, lo experimentan y lo aplican en su vida cada día. Basta participar de un buen grupo de oración carismático para ver que el Espíritu Santo continúa distribuyendo sus carismas con el mismo celo y fuerza del principio de la Iglesia.
La Sagrada Escritura revela: cuando Dios toca a alguien, hay un conmoción tan profunda en el alma de la persona que ella llora. El carisma de las lágrimas es un don simple y humilde del Espíritu Santo que trae en sí una fuerza salvadora. En cuanto al demonio, por el orgullo, conduce a la perdición, Dios por la humildad de las lágrimas, salva de la muerte y de la desesperanza. El despierta ese carisma en el corazón de una persona cuando quiere volverlo mejor, mas santo. Son muchos los bienes que el Espíritu Santo realiza en la vida de aquellos a quienes dio ese don. Pero la gracia solo acontece si la persona lo acoge con reconocimiento.

Fuente: Livro “O Dom das Lágrimas”, Márcio Mendes
Adaptación del original en português

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